miércoles, 27 de noviembre de 2019

SER TIERRA EN MI TIERRA


                                              Foto de José Alcántara en Amigos de Torredelcampo
Cómo me gustaría haber sido tierra en mi tierra y haber podido con mis nutrientes sustentar en los ribazos de los caminos y en las laderas de los torrentes a los cardillos sin dueño, a los majuletos con canute,  a las allozas verdes, y  así detener con esportillas de esparto el hambre de aquellos años de penurias y privaciones.  

Cómo me gustaría haber sido tierra en mi tierra para haber fecundado los granos prestados para la siembra a aquellos desdichados agricultores, y lograr que olas de tersas espigas llegaran a meced el verde trigal, soñando que algún chubasco diera de beber el último vaso de agua a las cañas del sembrado antes de que maduraran las espigas preñadas de granos; granos  que se medirían después por fanegas, cuartillas, y celemines. 

Cómo me gustaría ser tierra en mi tierra y alfombrar de flores nuestra sierra y nuestro cerro. Ser tierra que alimente el tomillo oloroso. Ser tierra cobijada a la sombra de un pino y poder contar las agujas de sus hojas que lentamente van cayendo  al suelo ante la menor brisa serrana.  Ser tierra en La Bañizuela  y contemplar cómo se posan en las ramas de alguna carrasca pajarillos que  sin saberlo gozan en este gueto de una libertad regalada. 

Cómo me gustaría haber sido tierra en mi tierra y llegar a oír fandangos dormidos en besanas de aperaores y muleros, y escucharlos de noche en aquellos cortijos donde los jornaleros desgranaban sus pesares transformados en quejios flamencos, en lamentos que rasgaban el aire avivando los candiles,  con letras donde escondían su desconsuelo de amor y el de su penoso vivir.

Cómo me gustaría haber sido tierra en mi calle, y haberme dejado acariciar  por aquellos niños que jugaban   al marro en el blando barro. Tierra a la que herían hincando aquél palo de punta afilada entre las regueras de temporales incesantes salpicando sus mandilones con el lodo de los charcos,  mezclado a veces con el orín de las bestias que transitaban por entre aquellos perpetuos barrizales.

Cómo me gustaría ser tierra en mi tierra, aunque fuese  tierra herida por las dentelladas del afilado azadón que se hundía bajo los pies de aquellos olivos de amos holgazanes. De amos con pañuelos en los bolsillos de los trajes, de terratenientes que dormitaban en cafés de veladores privados entre tertulias burguesas, donde cuando callaba la palabra dinero sólo se oía el del lamer del cepillo del limpiabotas. 

Cómo me gustaría ser tierra en mi tierra cuando mis huesos se desmoronen, y viajar en un remolino de viento húmedo otoñal envuelto entre vilanos y  paja de aquellas eras de  mi pueblo. 

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