Quiero buscarte hoy en aquél jardín donde
soñábamos futuras primaveras mientras veíamos como caía la lluvia a través del
ventanal de aquella casa vieja y destartalada con olor a jazmines y brisas de
la sierra cercana.
Recuerdo cuando te miraba mientras paseando
contemplábamos aquel macizo de rosas de color naranja con los bordes de los
pétalos rojos como el color de tus mejillas cuando te sonrojabas. Mirábamos
extasiados aquellas flores que tanto te gustaban después de que la lluvia
cesara, reparando como el agua se había hecho perlas en sus pétalos y
resbalaban sin dejar rastro como gotas de mercurio por su aterciopeladas hojas
para luego caer en la tierra mansamente, al tiempo que respirábamos el aire
embriagado por el olor de aquellas flores mezclado con el suave aroma que
emanaban las coníferas de los setos empapadas de agua primaveral.
Hoy he ido a buscarte a nuestro pueblo en aquél
jardín y no te he encontrado. Estoy sentado mirando a través de otros cristales
en el mismo sitio donde ya no está aquella casa, bebiendo sorbo a sorbo una
taza de café, como la vida ya me bebí sin darme cuenta mientras no te estuve a
mi lado. Llueve y veo pasar a la gente corriendo mientras pisan el lugar donde
estaba aquél rosal y aquellas rosas que morirían un día cuando lapidaron de
cemento aquello que fue nuestro pequeño oasis. Si aquél nuestro rosal
existiera, me diría que perdió la cuenta de tantas primeras flores; una por
cada más de sesenta primaveras pasadas que quedarían marchitas año tras año,
esperando que tú las contemplases, y el rosal, soñando con mi regreso.
He preguntado por ti y alguien me ha dado tu
dirección. Créeme que me he alegrado mucho al saber que estás en la misma
ciudad a la que yo deberé de visitar en breve, pues tan solo estoy esperando
que me avisen para partir, y sabido donde estás, utilizaré todas mis
influencias para adelantar el viaje. Sabes, me han hablado mucho y muy bien del
sitio donde te encuentras. Me han dicho que es como otro Shangri-La, de aquella
película que vimos juntos hace muchos años en el cine Risán titulada Horizontes
Perdidos, ¿te acuerdas?, en donde siempre era primavera y no pasaba el tiempo,
y sobre todo reinaba la paz y la felicidad. Bueno…, ya sabes cómo es la gente
exagerando las cosas.
Presiento que tú me esperaste y que me seguirás
esperando, pues no creo que ese vacío que te dejé llegara a ocuparlo nadie. Si
es así, sepas que nunca más me separaré de ti, y viviremos juntos toda la
eternidad paseando por bellos jardines como aquél de antaño.
Ahora, te
escribo esta carta anunciándote mi pronta llegada. No te puedo decir el día que
partiré, ya que me hace ilusión darte una sorpresa, ni el medio que utilizaré
que deberá ser muy moderno ya que me han dicho que no puedo llevar equipaje.
Escribo el sobre de esta carta con mano trémula, mezcla de la edad y la
emoción:
Tu
nombre.
Calle:
El cielo.
Ciudad:
La Eternidad.
¡Hasta
muy pronto amor mío!
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