sábado, 9 de noviembre de 2019

EL REGRESO DE UN LONGEVO EMIGRANTE.



Quiero buscarte hoy en aquél jardín donde soñábamos futuras primaveras mientras veíamos como caía la lluvia a través del ventanal de aquella casa vieja y destartalada con olor a jazmines y brisas de la sierra cercana.

Recuerdo cuando te miraba mientras paseando contemplábamos aquel macizo de rosas de color naranja con los bordes de los pétalos rojos como el color de tus mejillas cuando te sonrojabas. Mirábamos extasiados aquellas flores que tanto te gustaban después de que la lluvia cesara, reparando como el agua se había hecho perlas en sus pétalos y resbalaban sin dejar rastro como gotas de mercurio por su aterciopeladas hojas para luego caer en la tierra mansamente, al tiempo que respirábamos el aire embriagado por el olor de aquellas flores mezclado con el suave aroma que emanaban las coníferas de los setos empapadas de agua primaveral.

Hoy he ido a buscarte a nuestro pueblo en aquél jardín y no te he encontrado. Estoy sentado mirando a través de otros cristales en el mismo sitio donde ya no está aquella casa, bebiendo sorbo a sorbo una taza de café, como la vida ya me bebí sin darme cuenta mientras no te estuve a mi lado. Llueve y veo pasar a la gente corriendo mientras pisan el lugar donde estaba aquél rosal y aquellas rosas que morirían un día cuando lapidaron de cemento aquello que fue nuestro pequeño oasis. Si aquél nuestro rosal existiera, me diría que perdió la cuenta de tantas primeras flores; una por cada más de sesenta primaveras pasadas que quedarían marchitas año tras año, esperando que tú las contemplases, y el rosal, soñando  con mi regreso.

He preguntado por ti y alguien me ha dado tu dirección. Créeme que me he alegrado mucho al saber que estás en la misma ciudad a la que yo deberé de visitar en breve, pues tan solo estoy esperando que me avisen para partir, y sabido donde estás, utilizaré todas mis influencias para adelantar el viaje. Sabes, me han hablado mucho y muy bien del sitio donde te encuentras. Me han dicho que es como otro Shangri-La, de aquella película que vimos juntos hace muchos años en el cine Risán titulada Horizontes Perdidos, ¿te acuerdas?, en donde siempre era primavera y no pasaba el tiempo, y sobre todo reinaba la paz y la felicidad. Bueno…, ya sabes cómo es la gente exagerando las cosas.

Presiento que tú me esperaste y que me seguirás esperando, pues no creo que ese vacío que te dejé llegara a ocuparlo nadie. Si es así, sepas que nunca más me separaré de ti, y viviremos juntos toda la eternidad paseando por bellos jardines como aquél de antaño.

Ahora, te escribo esta carta anunciándote mi pronta llegada. No te puedo decir el día que partiré, ya que me hace ilusión darte una sorpresa, ni el medio que utilizaré que deberá ser muy moderno ya que me han dicho que no puedo llevar equipaje. Escribo el sobre de esta carta con mano trémula, mezcla de la edad y la emoción:
Tu nombre.
Calle: El cielo.
Ciudad: La Eternidad.  
¡Hasta muy pronto amor mío!

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