domingo, 30 de enero de 2011

LAS FUENTES DE NUESTRO PUEBLO



               
                                                         Antiguo Pilar de la Puerta Jaén


         Es ahora muy sencillo abrir un grifo y al instante disfrutar de un hermoso caudal de agua; lo hacemos a diario muchas veces sin llegar a valorar en ningún momento este don tan preciado puesto a nuestra disposición en nuestros hogares.
Hoy quiero recordar de cómo en nuestro pueblo la gente se las arreglaba antes de la instalación del agua corriente.
En primer lugar quiero empezar por recordar la cantadera, lugar siempre situado bajo el tiro de escaleras de cada casa donde a la frescura y al abrigo de la oscuridad reposaban los cántaros de cerámica que descansaban incrustados en cada uno de los círculos del armazón de madera de la cantarera, y no cantadera como nosotros la denominamos.
Dicen que algunos cantaores torrecampeños ensayaban sus gargantas en este recinto, y que de ahí puede que provenga esta nuestra manera de definir a este pequeño habitáculo.
Con los cántaros referidos se iba hasta la fuente más cercana a abastecerse; casi siempre este trabajo estaba destinado a la mujer, así que era muy común ver a las mujeres acarrear el agua cargando el cántaro en su cintura escondido entre sus curvas. Algunas se atrevían a llevar también un botijo o un cubo de cinc en la mano libre que no abrazaba el cántaro. Los chiquillos en cuanto podíamos lo hacíamos cargándonoslo en las espaldas sostenido por una de sus asas.
Allí, en el entorno de cada una de las fuentes mientras se esperaba turno las mujeres se ponían al corriente de todos los acontecimientos y chismes del pueblo. Era el wasap de aquella época.
En nuestro pueblo había tres fuentes con varios caños y abrevadero para las caballerías. Cito en primer lugar la fuente de La Puerta Jaén, la que por estar situada en una de las principales salidas al campo en ella abrevaban las bestias saciando su sed antes de partir al tajo y también a su regreso. Recuerdo la gran cantidad de sanguijuelas que anidaban en el pilón y de cómo los dueños de las caballerías se las quitaban abriéndoles la boca ya que se les adhería en la lengua. 
Otra fuente de renombre era la de la Fuente Nueva. En esta también existía abrevadero, como también colindante a la misma estaba el lavadero público. Pero la principal fuente por excelencia, la más popular, era  la que se le conocía por Los Caños, o la de la Esquina Redonda, ubicada donde  estaba la parada de taxis. También tenía abrevadero para el ganado. En esta fuente había que hacer largas colas para abastecerse, y ni que decir tiene si delante de ti le tocaba llenar los cántaros a alguno de los horneros, ya que estos iban siempre con un carro de tracción manual con al menos una docena de cántaros. Los alrededores de esta fuente estaban llenos de cascotes por las roturas accidentadas de muchas vasijas.
El término  fuente, era sustituido en nuestro pueblo en muchos casos por el de pilar y  daba a entender que estaban dotadas de varios caños como las tres que he descrito que eran las más importantes. A las de un solo caño se las llamaba cañillo. Uno de estos cañillos  estaba en la esquina de la calle Juanito Valderrama con la de San Francisco. Puede que hubiese alguno más como este último en otro barrio y que yo no recuerde.
Otra manera de proveerse de agua era de los pozos que había en muchas de las casas; sobre todo en las casas antiguas. Recuerdo que en muchas de ellas el pozo era compartido con los de la edificación lindante, ya que estaba situado en mitad de la pared del muro divisorio del patio entre ambas propiedades. Estos pozos en la época del verano eran los que mantenían el ponche de melocotón fresquito para la feria, como también el vino y algunas que otras frutas como la sandia y el melón.  
La instalación del agua corriente en nuestro pueblo fue una revolución. La profesión de fontanero surgió como algo nuevo y novedoso que significaba modernidad y prosperidad. Creo que este gremio reemplazó a los antiguos hojalateros. El fontanero del Ayuntamiento no daba abasto el hombre a tanta demanda queriendo todo el pueblo a la vez tener el agua en sus casas. Hubo calles como en la que yo vivía que se unieron todos los vecinos e hicieron las zanjas de instalación por su cuenta para así evitar la demora.
Alguien se preguntará cómo nos las arreglábamos para ducharnos antes de la instalación del agua corriente. Lo más común era echar mano de la regadera o de un bidón en el tejado en sitio soleado con la manguera colgando hasta el inodoro de granito de aquellos sin asiento, donde al menor descuido el jabón resbalaba y caía siempre pues eso, en el sitio que tú estás pensando. 
Dichos populares por aquél entonces como ¡Trepa el bidón! y ¡Enchufa la goma!, eran coreados a modo de saludo socarrón, por la gente joven, y menos joven, cuando se encontraban por la calle. Tiempos aquellos.  

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