Es ahora muy sencillo abrir un grifo y al instante disfrutar de un
hermoso caudal de agua; lo hacemos a diario muchas veces sin llegar a valorar
en ningún momento este don tan preciado puesto a nuestra disposición en
nuestros hogares.
Hoy quiero recordar de cómo en nuestro
pueblo la gente se las arreglaba antes de la instalación del agua corriente.
En primer lugar quiero empezar por
recordar la cantadera, lugar
siempre situado bajo el tiro de escaleras de cada casa donde a la frescura y
al abrigo de la oscuridad reposaban los cántaros de cerámica que descansaban incrustados en cada uno de los círculos del armazón de madera de la
cantarera, y no cantadera como
nosotros la denominamos.
Dicen que algunos cantaores torrecampeños ensayaban sus gargantas en
este recinto, y que de ahí puede que provenga esta nuestra manera de definir a
este pequeño habitáculo.
Con los cántaros referidos se iba
hasta la fuente más cercana a abastecerse; casi siempre este trabajo estaba
destinado a la mujer, así que era muy común ver a las mujeres acarrear el agua
cargando el cántaro en su cintura escondido entre sus curvas. Algunas se
atrevían a llevar también un botijo o un cubo de cinc en la mano libre que no
abrazaba el cántaro. Los chiquillos en cuanto podíamos lo hacíamos
cargándonoslo en las espaldas sostenido por una de sus asas.
Allí, en el entorno de cada una de las
fuentes mientras se esperaba turno las mujeres se ponían al corriente de todos
los acontecimientos y chismes del pueblo. Era el wasap de aquella época.
En nuestro pueblo había tres fuentes
con varios caños y abrevadero para las caballerías. Cito en primer lugar la
fuente de La Puerta Jaén ,
la que por estar situada en una de las principales salidas al campo en ella
abrevaban las bestias saciando su sed antes de partir al tajo y también a su
regreso. Recuerdo la gran cantidad de sanguijuelas que anidaban en el pilón y
de cómo los dueños de las caballerías se las quitaban abriéndoles la boca ya que
se les adhería en la lengua.
Otra fuente de renombre era la de la Fuente Nueva. En esta también existía abrevadero,
como también colindante a la misma estaba el lavadero público. Pero la
principal fuente por excelencia, la más popular, era la que se le conocía por Los Caños, o la de la
Esquina Redonda,
ubicada donde estaba la parada de taxis.
También tenía abrevadero para el ganado. En esta fuente había que hacer largas
colas para abastecerse, y ni que decir tiene si delante de ti le tocaba llenar
los cántaros a alguno de los horneros, ya que estos iban siempre con un carro
de tracción manual con al menos una docena de cántaros. Los alrededores de esta
fuente estaban llenos de cascotes por las roturas accidentadas de muchas
vasijas.
El término fuente, era sustituido en nuestro
pueblo en muchos casos por el de pilar y daba a entender que estaban dotadas de
varios caños como las tres que he descrito que eran las más importantes. A las
de un solo caño se las llamaba cañillo.
Uno de estos cañillos estaba en la esquina de la calle Juanito
Valderrama con la de San Francisco. Puede que hubiese alguno más como este
último en otro barrio y que yo no recuerde.
Otra manera de proveerse de agua era
de los pozos que había en muchas de las casas; sobre todo en las casas
antiguas. Recuerdo que en muchas de ellas el pozo era compartido con los de la
edificación lindante, ya que estaba situado en mitad de la pared del muro
divisorio del patio entre ambas propiedades. Estos pozos en la época del verano
eran los que mantenían el ponche de melocotón fresquito para la feria, como
también el vino y algunas que otras frutas como la sandia y el melón.
La instalación del agua corriente en
nuestro pueblo fue una revolución. La profesión de fontanero surgió como algo
nuevo y novedoso que significaba modernidad y prosperidad. Creo que este gremio
reemplazó a los antiguos hojalateros. El fontanero del Ayuntamiento no daba
abasto el hombre a tanta demanda queriendo todo el pueblo a la vez tener el
agua en sus casas. Hubo calles como en la que yo vivía que se unieron todos los
vecinos e hicieron las zanjas de instalación por su cuenta para así evitar la
demora.
Alguien se preguntará cómo nos las
arreglábamos para ducharnos antes de la instalación del agua corriente. Lo más
común era echar mano de la regadera o de un bidón en el tejado en sitio soleado
con la manguera colgando hasta el inodoro de granito de aquellos sin asiento,
donde al menor descuido el jabón resbalaba y caía siempre pues eso, en el sitio
que tú estás pensando.
Dichos populares por aquél entonces
como ¡Trepa el bidón! y ¡Enchufa la goma!, eran coreados a modo de saludo
socarrón, por la gente joven, y menos joven, cuando se encontraban por la
calle. Tiempos aquellos.
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