Bar Casa Jesús. Enero 1957
El Testarazo.
Recuerdo que cuando alguien de la vecindad tenía alguna enfermedad o problema, su casa era todo un continuo salir y entrar de vecinos tratando de ayudar. Era esto un gesto de convivencia y comunicación. También los días de lluvia cuando al calor de la lumbre hacían “pleita” aquellos que dominaban el arte en el esparto mientras hablaban de mil temas hasta llegada la hora de “tomar el vino”, también esto era convivencia y comunicación. Pero sobre todo el lugar de encuentro de charla y de tertulia eran las tabernas. En aquellas tabernas de antaño, la ración por barba era medio litro de vino blanco de barril, y algunos días algo más a lo que se le llamaba la espuela.
Grupos de amigos a diario se reunían a ”tomar el vino” noche tras noche después de hartos de trabajar; era como un ritual acudiendo fieles a su cita a las tabernas, y así, entre vaso y vaso hablaban de cómo había sido la jornada, porque de otra cosa más ya no se podía hablar. Como advertencia, en algunas de aquellas tabernas había un cuadro colgado en la pared donde se podía leer aquello de: Beber que tenéis buen vino, de política no hablar, y si no tienes dinero deja que pague tu compañero. Firmado. Pedro Vela.
Grupos de amigos a diario se reunían a ”tomar el vino” noche tras noche después de hartos de trabajar; era como un ritual acudiendo fieles a su cita a las tabernas, y así, entre vaso y vaso hablaban de cómo había sido la jornada, porque de otra cosa más ya no se podía hablar. Como advertencia, en algunas de aquellas tabernas había un cuadro colgado en la pared donde se podía leer aquello de: Beber que tenéis buen vino, de política no hablar, y si no tienes dinero deja que pague tu compañero. Firmado. Pedro Vela.
Tabernas las que describo que olían a bodega manchega en plena efervescencia en tiempo de vendimia. A veces a falta de veladores se utilizaban los mismo barriles puesto de pié.
La primera taberna que aflora en mi memoria estaba frente al local donde Eduardo, el Herrador herraba a las caballerías, poco más abajo del bar de Marchena, por ahí podía estar la taberna del Grande. Colgado a espaldas del mostrador de esta taberna, había un cuadro que podía ser un fresco, -esto último no lo recuerdo muy bien- donde se veía a un hombre tumbado en el suelo y una mujer encima de él, estrujándole el gaznate con una mano por el que asomaba una hermosa lengua, mientras que con la otra esgrimía una botella en tono amenazante a punto de estrellarla sobre su cabeza.
La primera taberna que aflora en mi memoria estaba frente al local donde Eduardo, el Herrador herraba a las caballerías, poco más abajo del bar de Marchena, por ahí podía estar la taberna del Grande. Colgado a espaldas del mostrador de esta taberna, había un cuadro que podía ser un fresco, -esto último no lo recuerdo muy bien- donde se veía a un hombre tumbado en el suelo y una mujer encima de él, estrujándole el gaznate con una mano por el que asomaba una hermosa lengua, mientras que con la otra esgrimía una botella en tono amenazante a punto de estrellarla sobre su cabeza.
Había tabernas para recordar por barrios. El barrio de la Fuente Nueva , clásico de tabernas. Omito dar detalles de sus nombres, por no ofender con lo de los apodos. Asimismo las de la La Puerta Jaén, y tantas otras, pero yo hoy voy a recordar a una muy entrañable sin menospreciar a las demás. Me refiero a la conocida como El Testarazo. Era esta taberna de vino y cante por excelencia, donde tan buenos cantaores como suele dar nuestro pueblo pondrían alguna vez sus gargantas a prueba en esa taberna. Allí una noche recuerdo en una despedida de solteros de aquellas de vino peleón de barril, con poca “ligá”, (en la despedida de solteros de mi cuñado José) yo entré al patio de la casa pasando por la cocina con el fin de achicar aguas, y busqué la pared del corral para distanciarme lo más posible dado que carecía de servicio. Me puse hasta las asas, y es que caí en el cepo de lodo y cieno que había entre el empedrado del patio y el “mulear”. La pobre mujer del dueño lo tenia todo previsto para estos casos ya que no habría sido el primero y con una jofaina (safa) me estuvo ayudando a limpiarme y hasta me roció con agua de lavanda. No paraba de decirme. – Hijo no te visto entrar.- Yo estaba de espaldas y no te he podido avisar-. ¡Pobre mujer que disgusto le di!
No quiero olvidar el bar Casa Jesús, donde el buen café estaba en armonía con la distinción y la gentileza.
Todo esto que ahora cuento lo estoy recordando desde un asiento mientras viajo en el metro. A su paso, por una de las estaciones, en concreto Valdebernardo ésta me recuerda a un bar también clásico de nuestro pueblo, el Bar de Bernardo, y es que todo son recuerdos.
Estas eran las tabernas y algunos bares tertulianos de aquellos tiempos. Los del futuro, espero que no sean como el de la película La Guerra de las Galaxias.
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