No
sé cuantos grados marcará el termómetro, pero supongo que rondará los cuarenta y dos. Estoy en mi pueblo, y aquí un día como hoy domingo a las dos y media de la tarde no se ve un
alma por la calle. Sólo algún coche de forma intermitente rompe la calma de la
temprana supongo para algunos siesta, como la que ya disfruta un perro que
acostado en la acera con todas sus extremidades extendidas dormita a la sombra.
Éste, cuando me ve abre el ojo que su postura le permite ya que su cabeza
descansa sobre el pavimento y por su mirada deduzco que se ciscará en algún antepasado
mío por haberle molestado. Le cedo la acera y le dejo continuar disfrutando de
su letargo. La flama que sale del asfalto de la calle desconcierta mi visión y
me hace ver la realidad de las cosas distorsionadas envueltas todas ellas por
el flamear de la canícula. Calor ¡Que calor! Es la palabra y la frase más
repetida.
En mi preciso andar solo me sale al paso
un vecino de la calle de mi padre. Le
pregunto burlonamente sobre si hoy podremos trillar, o si por el contrario no
se podrá porque tal vez la mies tenga marea.
Éste sonríe y me da pié para
recordar aquél calor de entonces "sacando el agosto". Aquél calor de rastrojo de
campiña y de calor de majanos cuyas piedras "asperoniles" calcinadas por miles de soles
conservaban la lumbre como placas solares y servían de estufa para caldear aún
más la sala infinita e infame en este tiempo de la campiña además de servir
también para mantener despiertos a los lagartos.
Sacar el agosto. Así era como se le
llamaba al trabajo de la recolección de los cereales y legumbres como los
garbanzos,
Todo empezaba con la siega. Los primeros
haces servían para dar sombra al botijo que contenía agua de algún pozo
cercano. Agua a la temperatura ambiente y que ya quisiera algún yogurt de los
que se anuncian en televisión ejercer la función de hacer el tránsito
intestinal lo bien que lo hacia aquella agua.
Con la cintura encorvada dibujando la
misma figura que la de la hoz enarbolada en una mano cuya punta se internaba
entre las cañas de la mies, mientras que la otra enfundada con dediles de cuero
inflexibles abarcaba el manojo inclinándolo hacia delante al mismo tiempo que
de un solo tajo era cercenado. Así se iban formando las gavillas y los haces
bajo un sol inclemente, implacable e inmisericorde en aquella chicharrera a la
que a nadie parecía importarle el calor, si acaso alguna vez que otra se oía
aquello de: no se mueve ni una hoja, o aquella otra frase: la que se cae.
El sudor que era empapado primero por la
badanilla circular del sombrero de paja, bajaba después mansamente por la cara hasta llegar a
las camisas de lienzo moreno que al secarse parecían estar almidonadas ya que se
podían poner en posición vertical. El olor al sudor corporal era mitigado a
veces por el del inconfundible y el del muy intenso del eneldo, nerdos, planta que por descuido en la labra o escarda fue indultada y
ahora moría adornando los haces con sus flores amarillentas sirviendo su aroma
de desodorante al campo.
Aprendiendo a curtirse algunos
principiantes como éste que escribe, con trece años recogía las espigas que salpicaban el rastrojo y las introducía dentro de los
ases usando los intermedios para iniciarme en
el arte sagrado de la siega con una hoz pequeña a la que se le llamaba verduguillo..
Después de la siega calor también en la
barcina; balumbas de haces eran transportados hasta las eras bien en narrias
por las bestias o en camiones; a estos últimos se les veía balancear su
abultada carga de izquierda a derecha motivados estos bandazos por los
desniveles del terreno de los rastrojos. El enorme volumen de la mies resistía
los vaivenes y el traqueteo por palos muy largos puntiagudos que rodeaban todo
el perímetro de la caja de carga del camión. Sus expertos y arriesgados
conductores estoy seguro podrían haber competido en el Camel Trophy. El calor reinante mezclado con el que
producía la temperatura que emanaba el motor de aquellos camiones y el fuego
que despedían las chapas de sus cabinas hacía que dentro del compartimiento
del camión fuese un infierno.
Calor, picor, sudor, polvo, y salitre en
la era. De principio los haces se desparramaban por el redondel y ponían orden
con sus patas a los altibajos la yunta de animales sumergida casi hasta los
lomos en un mar de espigas. Luego, después de varias vueltas y allanado un poco
la parva por el bregar de las bestias comenzaba la trilla que al principio se
mecía y se balanceaba como una barca azotada por las olas. Después de muchas vueltas de trilla la
parva se agrupaba para aventarla formando un montículo alargado casi diametral
al tamaño de la era condicionado a la dirección del aire. A veces el aire
acondicionado que se disfrutaba en la era se rebelaba muy a menudo cuando
cambiaba el viento bañando de polvo paja y grano a los que con el viergo echaban paladas al cielo. No todos podían
presumir de tener título de aventador ya que al aventar había que darle un
pequeño giro a la muñeca para que el grano cayera en el pez. Era el tuarte.
En la era todo el mundo metía el hombro;
así las del cementerio eran un puro bullir de gentes todas deseando acabar
antes de la feria: mujeres, chiquillos y abuelos todos a una sin importarles el
calor contribuían a sacar la parva.
Dormir en la era custodiando por la noche
la parva era lo mejor escuchando en la penumbra las palabras sabias de las
personas mayores que se reunían de tertulia, y allí entre las sombras a golpes
de tragos de agua y otras de gasapón, aquellos hombres de
rostros curtidos surcados de arrugas que no eran otras que las cicatrices que la vida
les regaló, leían a veces su enciclopedia de recuerdos; recuerdos llenos de
conocimientos adobados por el sentido común y por la sabiduría popular.
Duerme el chiquillo en la era,
contando los granos, contando las estrellas,...
El envasado del grano medido con la
cuartilla se hacía midiendo también la ansiedad que conllevaba. Cuatro
cuartillas una fanega. Fanegas algunas de alivio pero otras la gran mayoría de
desilusión al comprobar que no se había llegado ni por asomo a lo que se
preveía recolectar, pero eso sí, a la hora de medir siempre acudía fiel a su
cita el dueño de la era que sin avisarle iba a cobrar su alquiler, a por
su diezmo: una cuartilla de trigo; a veces se atrevía a pedirla hasta con colmo.
Sólo quedaba encerrar la paja y llevar el
trigo al Centro donde había que
esperar día y hora para su peso y almacenamiento; mientras eso llegaba, sacos y
más sacos de grano ocupaban las aceras de los alrededores del depósito de
cereales hoy convertido en Centro Cultural. Después,
a llevar al banco los negociables, el impreso C-1, creo que así se llamaba
aquél formulario de varias hojas con recuadros negros de carboncillo para las
copias, cuya misión era la adelantar el dinero de la cosecha.
Libres de agobios los día de feria
solamente servia de recompensa una buena cerveza en jarrilla bebida bajo palio
sentados frente a la puerta del bar de Bernardo o la taberna El Testarazo, y como tapa un saquillo
de patatas fritas que vendían al
pié del velador hacían olvidar todas la penurias pasadas. También caía muy bien por la noche un
vaso fresquito de ponche de melocotón antes de ir a ver si la animadora se
atrevía a dar alguna revolaina y se salía de dudas para averiguar de
qué color las llevaba puestas.
Calor ¿Qué calor?... Para calor, el que pasaban los del
campo en nuestro pueblo en aquellos
tiempos. Si lo sabré yo.
Muy buena entrada.
ResponderEliminarNosotros hemos publicado un entrada sobre el proceso de siega y trilla, ya que vamos a realizar la recreación de esta actividad en Aldaia, el dia 20 de Julio.
Si te interesa puedes visitarnos:
http://federaciovalencianasantantoni.blogspot.com.es/
Somos la federación valenciana de la fiesta de san antonio abat, y tratamos de promover y divulgar esta festividad, con el fin de conseguir la máxima calidad y aceptación, y organizar cualquier tipo de actividades culturales, tradicionales y populares con el objetivo de dignificar y conservar la Festa de Sant Antoni Abat, integrando a todos los municipios y creando un espacio que de cabida a la tradición y cultura del mundo del carro.
Tambien tratamos de recuperar antiguos oficios, que poco a poco están quedando en el olvido, y sacarlos a la calle para que no se pierda su tradición.
Muchas gracias.
ResponderEliminarHe visitado vuestro blog y me ha parecido muy ilustrativo.
Me agrada todo aquello que sirva para enseñar a las generaciones venideras nuestra forma de vivir en un época ya pasada.
Gracias. Es lo que intentamos, mostrar nuestras tradiciones y tratar de que perduren.
EliminarSi quieres pasarte, hemos celebrado la recreacion de la siega y la trilla, tal como en antaño, y tenemos fotos colgadas. Aun estamos montando el video que tambien lo subiremos estos dias.
Gracias un saludo.
Yo naci en torredelcampo hace 78 años y vivi esa experiencia de la siega y la trilla ahora desde bilbao donde resido me trae muchos recuerdos y siento mucha nostalgia
ResponderEliminarAntes de nada perdona el retraso. He tenido problemas con el programa. La tierra donde se nace es dificil de olvidar. Torredelcampo, nuestro pueblo "tira" mucho. Gracias.
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