jueves, 30 de diciembre de 2010

LA SIEGA, LA TRILLA, LA ERA... !QUE CALOR!


                                                                                             Trillando la parva


No sé cuantos grados marcará el termómetro, pero supongo que rondará los cuarenta y dos.  Estoy en mi pueblo, y aquí un día como hoy domingo a las dos y media de la tarde no se ve un alma por la calle. Sólo algún coche de forma intermitente rompe la calma de la temprana supongo para algunos siesta, como la que ya disfruta un perro que acostado en la acera con todas sus extremidades extendidas dormita a la sombra. Éste, cuando me ve abre el ojo que su postura le permite ya que su cabeza descansa sobre el pavimento y por su mirada deduzco que se ciscará en algún antepasado mío por haberle molestado. Le cedo la acera y le dejo continuar disfrutando de su letargo. La flama que sale del asfalto de la calle desconcierta mi visión y me hace ver la realidad de las cosas distorsionadas envueltas todas ellas por el flamear de la canícula. Calor ¡Que calor! Es la palabra y la frase más repetida.
En mi preciso andar solo me sale al paso un vecino de la calle de mi padre.  Le pregunto burlonamente sobre si hoy podremos trillar, o si por el contrario no se podrá porque tal vez la mies tenga marea.  Éste sonríe y me da pié para recordar aquél calor de entonces "sacando el agosto". Aquél calor de rastrojo de campiña y de calor de majanos cuyas piedras "asperoniles" calcinadas por miles de soles conservaban la lumbre como placas solares y servían de estufa para caldear aún más la sala infinita e infame en este tiempo de la campiña además de servir también para mantener despiertos a los lagartos. 
Sacar el agosto. Así era como se le llamaba al trabajo de la recolección de los cereales y legumbres como los garbanzos, 
Todo empezaba con la siega. Los primeros haces servían para dar sombra al botijo que contenía agua de algún pozo cercano. Agua a la temperatura ambiente y que ya quisiera algún yogurt de los que se anuncian en televisión ejercer la función de hacer el tránsito intestinal lo bien que lo hacia aquella agua.
Con la cintura encorvada dibujando la misma figura que la de la hoz enarbolada en una mano cuya punta se internaba entre las cañas de la mies, mientras que la otra enfundada con dediles de cuero inflexibles abarcaba el manojo inclinándolo hacia delante al mismo tiempo que de un solo tajo era cercenado. Así se iban formando las gavillas y los haces bajo un sol inclemente, implacable e inmisericorde en aquella chicharrera a la que a nadie parecía importarle el calor, si acaso alguna vez que otra se oía aquello de: no se mueve ni una hoja, o aquella otra frase: la que se cae.
El sudor que era empapado primero por la badanilla circular del sombrero de paja, bajaba después  mansamente por la cara hasta llegar a las camisas de lienzo moreno que al secarse  parecían estar almidonadas ya que se podían poner en posición vertical. El olor al sudor corporal era mitigado a veces por el del inconfundible y el del muy intenso del eneldo, nerdos, planta que por descuido en la labra o escarda fue indultada y ahora moría adornando los haces con sus flores amarillentas sirviendo su aroma de desodorante al campo.   
Aprendiendo a curtirse algunos principiantes como éste que escribe, con trece años recogía las espigas que salpicaban el rastrojo y las introducía dentro de los ases usando los intermedios para iniciarme en el arte sagrado de la siega con una hoz pequeña  a la que se le llamaba verduguillo..   
Después de la siega calor también en la barcina; balumbas de haces eran transportados hasta las eras bien en narrias por las bestias o en camiones; a estos últimos se les veía balancear su abultada carga de izquierda a derecha motivados estos bandazos por los desniveles del terreno de los rastrojos. El enorme volumen de la mies resistía los vaivenes y el traqueteo por palos muy largos puntiagudos que rodeaban todo el perímetro de la caja de carga del camión. Sus expertos y arriesgados conductores estoy seguro podrían haber competido en el Camel Trophy.  El calor reinante mezclado con el que producía la temperatura que emanaba el motor de aquellos camiones y el fuego que despedían las chapas de sus cabinas hacía que dentro del compartimiento del camión fuese un infierno.    
Calor, picor, sudor, polvo, y salitre en la era. De principio los haces se desparramaban por el redondel y ponían orden con sus patas a los altibajos la yunta de animales sumergida casi hasta los lomos en un mar de espigas. Luego, después de varias vueltas y allanado un poco la parva por el bregar de las bestias comenzaba la trilla que al principio se mecía y se balanceaba como una barca azotada por las olas.  Después de muchas vueltas de trilla la parva se agrupaba para aventarla formando un montículo alargado casi diametral al tamaño de la era condicionado a la dirección del aire. A veces el aire acondicionado que se disfrutaba en la era se rebelaba muy a menudo cuando cambiaba el viento bañando de polvo paja y grano a los que con el viergo echaban paladas al cielo. No todos podían presumir de tener título de aventador ya que al aventar había que darle un pequeño giro a la muñeca para que el grano cayera en el pez.  Era el tuarte.   
En la era todo el mundo metía el hombro; así las del cementerio eran un puro bullir de gentes todas deseando acabar antes de la feria: mujeres, chiquillos y abuelos todos a una sin importarles el calor contribuían a sacar la parva.    
Dormir en la era custodiando por la noche la parva era lo mejor escuchando en la penumbra las palabras sabias de las personas mayores que se reunían de tertulia, y allí entre las sombras a golpes de tragos de agua y otras de gasapón, aquellos hombres  de rostros curtidos surcados de arrugas que no eran otras que las cicatrices que la vida les regaló, leían a veces su enciclopedia de recuerdos; recuerdos llenos de conocimientos adobados por el sentido común y por la sabiduría popular.


          Duerme el chiquillo en la era, contando los granos, contando las estrellas,...

 El envasado del grano medido con la cuartilla se hacía midiendo también la ansiedad que conllevaba. Cuatro cuartillas una fanega. Fanegas algunas de alivio pero otras la gran mayoría de desilusión al comprobar que no se había llegado ni por asomo a lo que se preveía recolectar, pero eso sí, a la hora de medir siempre acudía fiel a su cita el dueño de la era que sin avisarle iba a cobrar su alquiler, a por su diezmo: una cuartilla de trigo; a veces se atrevía a pedirla hasta con colmo. 
Sólo quedaba encerrar la paja y llevar el trigo al Centro donde había que esperar día y hora para su peso y almacenamiento; mientras eso llegaba, sacos y más sacos de grano ocupaban las aceras de los alrededores del depósito de cereales hoy convertido en Centro Cultural.  Después, a llevar al banco los negociables, el impreso C-1, creo que así se llamaba aquél formulario de varias hojas con recuadros negros de carboncillo para las copias, cuya misión era la adelantar el dinero de la cosecha.
Libres de agobios los día de feria solamente servia de recompensa una buena cerveza en jarrilla bebida bajo palio sentados frente a la puerta del bar de Bernardo o la taberna  El Testarazo, y como tapa un saquillo de patatas fritas que vendían  al pié del velador hacían olvidar todas la penurias pasadas.  También caía muy bien por la noche un vaso fresquito de ponche de melocotón antes de ir a ver si la animadora se atrevía a dar alguna revolaina y se salía de dudas para averiguar de qué color las llevaba puestas.  
Calor ¿Qué calor?...  Para calor, el que pasaban los del campo en nuestro pueblo en aquellos tiempos. Si lo sabré yo. 


        

5 comentarios:

  1. Muy buena entrada.
    Nosotros hemos publicado un entrada sobre el proceso de siega y trilla, ya que vamos a realizar la recreación de esta actividad en Aldaia, el dia 20 de Julio.
    Si te interesa puedes visitarnos:

    http://federaciovalencianasantantoni.blogspot.com.es/

    Somos la federación valenciana de la fiesta de san antonio abat, y tratamos de promover y divulgar esta festividad, con el fin de conseguir la máxima calidad y aceptación, y organizar cualquier tipo de actividades culturales, tradicionales y populares con el objetivo de dignificar y conservar la Festa de Sant Antoni Abat, integrando a todos los municipios y creando un espacio que de cabida a la tradición y cultura del mundo del carro.
    Tambien tratamos de recuperar antiguos oficios, que poco a poco están quedando en el olvido, y sacarlos a la calle para que no se pierda su tradición.

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  2. Muchas gracias.
    He visitado vuestro blog y me ha parecido muy ilustrativo.
    Me agrada todo aquello que sirva para enseñar a las generaciones venideras nuestra forma de vivir en un época ya pasada.

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    1. Gracias. Es lo que intentamos, mostrar nuestras tradiciones y tratar de que perduren.
      Si quieres pasarte, hemos celebrado la recreacion de la siega y la trilla, tal como en antaño, y tenemos fotos colgadas. Aun estamos montando el video que tambien lo subiremos estos dias.
      Gracias un saludo.

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  3. Yo naci en torredelcampo hace 78 años y vivi esa experiencia de la siega y la trilla ahora desde bilbao donde resido me trae muchos recuerdos y siento mucha nostalgia

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  4. Antes de nada perdona el retraso. He tenido problemas con el programa. La tierra donde se nace es dificil de olvidar. Torredelcampo, nuestro pueblo "tira" mucho. Gracias.

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