jueves, 23 de julio de 2020

LA MURALLA CICLÓPEA


LA MURALLA CICLÓPEA

Cuando estoy en ese lugar noto algo muy especial difícil de describir y por lo tanto de escribir, es algo magnético y telúrico que envuelve mí ser. Es, como si  aquél sitio desprendiese una misteriosa energía que a veces llega a sobrecogerme, como si de las  piedras milenarias de la muralla ciclópea emergiese un poder etéreo irradiando todo el Llano de Santa Ana. Piedras las de estos restos de muralla que siguen mirando desde siempre a la cueva del Cerro Miguelico como queriendo rendirle pleitesía al Idolillo; a propósito, ¿dónde estará? la también llamada Venus Prehistórica. Miran estas rocas también a las tumbas iberas que fueron profanadas y que conocerían a sus autores, pero callaron como piedras que son.
Extraña sensación la que percibo estando allí, sobre todo las veces que he visitado el cerro por la noche, acompañado siempre por el respeto de mis creencias religiosas al estar cerca de un lugar de culto como es nuestra venerada ermita, notando en esas ocasiones que ese acatamiento por lo sagrado se mezcla con una extraña aprehensión espiritual y contemplativa motivada a su vez por no sé qué fenómeno o energía que creo percibir en el Llano de Santa Ana. No, no creáis, pues no quiero confundiros ya que hasta ahora soy muy escéptico de todo aquello que se salga de las leyes establecidas de la física y la lógica, pero… bueno, en definitiva, que aquél lugar es muy especial, al menos para mí, aunque hay algo que me desconcierta y por eso llego a preguntarme, ¿no experimentarán nada aquellos que confunden este lugar con una sala de fiestas y banquetes dejándolo todo cuando se marchan sembrado de basura? En fin, amigos…a lo que voy.

Hace un puñado de años, estando en nuestro pueblo, fui invitado a una velada literaria en la muralla ciclópea. Esto fue lo que yo viví aquella noche de verano.

         Prado llano en la montaña mágica en la noche. Por entre los recovecos de las piedras arrugadas y desgastadas de la muralla ciclópea reposan cirios que dan luz como luciérnagas a poetas muertos. Hay fotos de ellos retorcidas en los repliegues de las rocas milenarias, como retorcidas fueron las vidas de muchos de los mismos.

         Como en un aquelarre pero sin fuego ni meigas, voces espontáneas prestan su voz a esos poetas muertos, rememorando poemas de amor, de muerte y de libertad. Sobra en la noche mágica la palabra guerra, de aquella guerra ¡Que no la nombren! Preguntar a la muralla cuantas guerras ha vivido y no os hablará de ninguna. Ni tampoco os hablará de destierros, ni de vencedores ni de vencidos. Abrir pues la muralla al corazón del amigo, al mirto y la hierbabuena, como dice el cantar.

         Prado de Santa Ana en la noche. La luna, totalmente encendida, quiere participar pintando de amarillo pálido de muerto el olivar y los pinos que se divisan a lo lejos ¿Por qué de muerto, sí los poetas están vivos? ¿No oyes sus voces? ¡Están hablando todos ellos!

         Pero antes de que los poetas hablaran han callado los grillos, al tiempo que el viento mejor acunaba que mecía, música que trasladaba a los reunidos a épocas pasadas, y les hacían redescubrir emociones ya vividas. Dulce armonía de violines, clarinetes y guitarras en la noche de luna llena, allí, en el Llano de Santa Ana, junto a la muralla ciclópea.

         Y aquél puñado de almas allí reunidas, prestaron su voz, y hablaron los poetas. Uno por uno, todos los líricos invocados fueron desfilando, y se escucharon en silencio poemas que luego mansamente eran arrastrados por el viento cayendo en cascada por la pendiente montaña abajo, como queriendo llegar antes de morir hasta el pueblo, porque pueblo fueron alguna vez.

         Cuando habló la voz prestada de García Lorca un jirón negro de una nubecilla casi anoréxica vistió de luto a la luna. 

         Prado llano, en la montaña mágica en la noche. Llano de Santa Ana.

Prado mortal de lunas y sangre bajo tierra. Prado de sangre vieja (Lorca)

Hace unas noches, Sergio Albacete, magistral saxofonista de nuestro pueblo, al que le mando un abrazo,  junto con la guitarra de Pigmalión inundaron de música y de colorido el Llano de Santa Ana sirviendo como fondo de su escenario la muralla ciclópea. Un bello espectáculo según me han comentado y que aprovecho para felicitar a Sergio Albacete, a su compañero Pigmalión y a los patrocinadores de este evento, la Diputación de Jaén y al Ayuntamiento de nuestro pueblo por tan acertado lugar para un acto así.
Precioso marco también para representar algún día la Pasión Viviente en Semana Santa y darle a Torredelcampo un impulso a la popularidad. ¿Os imagináis? Yo lanzo la idea. El escenario está ahí, y los actores esperando. En nuestro pueblo hay muchos.



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