Se ha muerto el tiempo.
Se ha muerto y reposa junto con el silencio sepulcral de la escuela. Se ha
muerto el tiempo, pero vive en el patio mudo del colegio, y en la pizarra de aquella clase
donde aún figura con tiza una flor dibujada. Se ha muerto el tiempo en el parque,
y yace en los bancos donde los abuelos solían hablar cuando el tiempo estaba
vivo. Se ha muerto el tiempo en las calles, ahora solitarias, cuando habiendo
tanto tiempo, nadie quiere perder el tiempo en abrazos, en saludos, ni en
besos. Se ha muerto el tiempo sepultado en aquella cafetería cerrada que ya no
huele a café, adivinando saber a qué huele el aire detrás de una mascarilla. Se
ha muerto el tiempo en nuestra ermita cerrada, pero abierta de par en par para
que penetren nuestras oraciones, incluso las que viajan desde lejos. Se ha
muerto el tiempo y la gente le guarda luto en sus casas como cuando moría un
ser querido años atrás, pero esta vez sin saber si será luto riguroso o medio
luto. Se ha muerto el tiempo mientras que resguardados de monstruos invisibles matamos
el tiempo dentro de nuestros hogares temiendo que nos visiten esos malditos
bichos. Se ha muerto el tiempo en los tronos de las hermandades, y no habrá
cirios, ni saetas desbocadas en Semana Santa, ni olor a incienso, ni música, ni
tampoco lirios al amanecer, porque el tiempo aunque muerto, le guarda ya luto
temprano al Maestro.
Pero en el campo el
tiempo vive, lo ha resucitado la primavera, y de las olivas brotan tiernos
brotes, promesas esperanzadoras que se funden en un abrazo de vida con las
flores de los olivares, y el amarillento encendido de las abulagas en la sierra.
Vive el tiempo en los balcones entre
aplausos y vítores al anochecer, mientras que las golondrinas recién llegadas
de viaje se preguntan por qué no hay vida en las calles. Vive el tiempo en el
campo entre el piar de pajarillos y ruidos de maquinaria producida por
aguerridos campesinos. Vive el tiempo en los centros de salud, en los
hospitales, en los supermercados, en las panaderías, dentro de las cabinas de
los camiones y en tantos corazones que se afanan en proporcionarnos lo
necesario para que no muramos como el tiempo.
Yo pido al tiempo,
tiempo muerto, para que logremos ganarle la batalla al bicho. Ganaremos este
partido, que no os quede la menor duda alguna.
Os mando un abrazo
virtual desde la distancia. Cuidaros mucho.
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