miércoles, 8 de abril de 2020

SE HA MUERTO EL TIEMPO.



Se ha muerto el tiempo. Se ha muerto y reposa junto con el silencio sepulcral de la escuela. Se ha muerto el tiempo, pero vive en el patio mudo del  colegio, y en la pizarra de aquella clase donde aún figura con tiza una flor dibujada. Se ha muerto el tiempo en el parque, y yace en los bancos donde los abuelos solían hablar cuando el tiempo estaba vivo. Se ha muerto el tiempo en las calles, ahora solitarias, cuando habiendo tanto tiempo, nadie quiere perder el tiempo en abrazos, en saludos, ni en besos. Se ha muerto el tiempo sepultado en aquella cafetería cerrada que ya no huele a café, adivinando saber a qué huele el aire detrás de una mascarilla. Se ha muerto el tiempo en nuestra ermita cerrada, pero abierta de par en par para que penetren nuestras oraciones, incluso las que viajan desde lejos. Se ha muerto el tiempo y la gente le guarda luto en sus casas como cuando moría un ser querido años atrás, pero esta vez sin saber si será luto riguroso o medio luto. Se ha muerto el tiempo mientras que resguardados de monstruos invisibles matamos el tiempo dentro de nuestros hogares temiendo que nos visiten esos malditos bichos. Se ha muerto el tiempo en los tronos de las hermandades, y no habrá cirios, ni saetas desbocadas en Semana Santa, ni olor a incienso, ni música, ni tampoco lirios al amanecer, porque el tiempo aunque muerto, le guarda ya luto temprano al Maestro.

Pero en el campo el tiempo vive, lo ha resucitado la primavera, y de las olivas brotan tiernos brotes, promesas esperanzadoras que se funden en un abrazo de vida con las flores de los olivares, y el amarillento encendido de las abulagas en la sierra.  Vive el tiempo en los balcones entre aplausos y vítores al anochecer, mientras que las golondrinas recién llegadas de viaje se preguntan por qué no hay vida en las calles. Vive el tiempo en el campo entre el piar de pajarillos y ruidos de maquinaria producida por aguerridos campesinos. Vive el tiempo en los centros de salud, en los hospitales, en los supermercados, en las panaderías, dentro de las cabinas de los camiones y en tantos corazones que se afanan en proporcionarnos lo necesario para que no muramos como el tiempo.

Yo pido al tiempo, tiempo muerto, para que logremos ganarle la batalla al bicho. Ganaremos este partido, que no os quede la menor duda alguna.
Os mando un abrazo virtual desde la distancia. Cuidaros mucho.

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