(Escrito el día 15 de
marzo)
A través del cristal
veo la calle totalmente desierta. Sólo algún coche muy de tarde en tarde
interrumpe con su ruido la quietud y el silencio que envuelve mi barrio. Una
bandada de palomas se refrescan en una fuente cercana y se preguntarán
extrañadas donde estarán los niños que correteaban por la plazoleta, y aquellas
personas mayores que sentadas en los bancos disfrutaban a primeras horas de la
mañana del sol de marzo. Todo es distinto a un domingo cualquiera. Todos hemos
tomado conciencia, salvo algún que otro irresponsable de la gravedad de esta
maldita pandemia considerando que el sacrificio de no salir de casa se traduce
en un bien, no sólo para uno mismo, sino para todos los demás, ya que de
momento, es la única manera de
contrarrestar a esta maldita plaga de la que estoy seguro llegaremos a
erradicar si seguimos al pie los consejos impartidos por nuestras autoridades.
Como persona entrada en
años hago un llamamiento a todos los de mi generación y más mayores de nuestro
pueblo, para que se queden en casa y sólo salgan a la calle lo justo para
proveerse de lo que necesiten. Somos por nuestra edad los más vulnerables, circunstancia
esta por la cual debemos extremar todas las precauciones necesarias para que
este maldito virus no llegue a invadir nuestro organismo. Recordareis
situaciones vividas muy parecidas. Está en mi memoria aquella epidemia de gripe
siendo yo niño, a la que en nuestro pueblo le dimos el nombre de La Campanera, de la que salimos airosos
sin tener un sistema sanitario como el que hoy disfrutamos. Ánimo, no nos
dejemos vencer por el miedo y la ansiedad y demos ejemplo como mayores de
comportamiento y civismo ante los demás.
Anoche a las ocho de la
noche desde las ventanas y balcones, aquí en Madrid, un ruido de palmas quebró
la quietud de la temprana noche como muestra de solidaridad y agradecimiento al
personal sanitario que está ejerciendo una ardua labor arriesgando sus vidas
con tal de salvar a las de los demás. Me enorgullezco al enterarme de que
nuestro pueblo también se solidarizó con este bello gesto simbólico.
En situaciones de
alarma cuando era niño, recuerdo el redoblar de las campanas de nuestro pueblo
de manera angustiada. En mi memoria, tocando a asamblea cuando había fuego en
alguna casa. Hago un llamamiento a quién corresponda para que nuestras campanas
redoblen a las ocho de la tarde durante unos minutos en señal de solidaridad
con todo el personal sanitario, policía, guardia civil y a todos esos héroes
que trabajan a diario en distinta áreas logrando nuestro bienestar, y que sirva
su ruidoso doblar como aviso de salir a nuestros balcones y ventanas para llenar
la calle con nuestros aplausos. Seguro estoy que el mío, aunque distante,
arrastrado por el viento, se confundirá con el vuestro.
Por último recuerda, QUÉDATE EN CASA.
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