miércoles, 8 de abril de 2020

QUÉDATE EN CASA.



(Escrito el día 15 de marzo)

A través del cristal veo la calle totalmente desierta. Sólo algún coche muy de tarde en tarde interrumpe con su ruido la quietud y el silencio que envuelve mi barrio. Una bandada de palomas se refrescan en una fuente cercana y se preguntarán extrañadas donde estarán los niños que correteaban por la plazoleta, y aquellas personas mayores que sentadas en los bancos disfrutaban a primeras horas de la mañana del sol de marzo. Todo es distinto a un domingo cualquiera. Todos hemos tomado conciencia, salvo algún que otro irresponsable de la gravedad de esta maldita pandemia considerando que el sacrificio de no salir de casa se traduce en un bien, no sólo para uno mismo, sino para todos los demás, ya que de momento, es  la única manera de contrarrestar a esta maldita plaga de la que estoy seguro llegaremos a erradicar si seguimos al pie los consejos impartidos por nuestras autoridades.
Como persona entrada en años hago un llamamiento a todos los de mi generación y más mayores de nuestro pueblo, para que se queden en casa y sólo salgan a la calle lo justo para proveerse de lo que necesiten. Somos por nuestra edad los más vulnerables, circunstancia esta por la cual debemos extremar todas las precauciones necesarias para que este maldito virus no llegue a invadir nuestro organismo. Recordareis situaciones vividas muy parecidas. Está en mi memoria aquella epidemia de gripe siendo yo niño, a la que en nuestro pueblo le dimos el nombre de La Campanera, de la que salimos airosos sin tener un sistema sanitario como el que hoy disfrutamos. Ánimo, no nos dejemos vencer por el miedo y la ansiedad y demos ejemplo como mayores de comportamiento y civismo ante los demás.
Anoche a las ocho de la noche desde las ventanas y balcones, aquí en Madrid, un ruido de palmas quebró la quietud de la temprana noche como muestra de solidaridad y agradecimiento al personal sanitario que está ejerciendo una ardua labor arriesgando sus vidas con tal de salvar a las de los demás. Me enorgullezco al enterarme de que nuestro pueblo también se solidarizó con este bello gesto simbólico.
En situaciones de alarma cuando era niño, recuerdo el redoblar de las campanas de nuestro pueblo de manera angustiada. En mi memoria, tocando a asamblea cuando había fuego en alguna casa. Hago un llamamiento a quién corresponda para que nuestras campanas redoblen a las ocho de la tarde durante unos minutos en señal de solidaridad con todo el personal sanitario, policía, guardia civil y a todos esos héroes que trabajan a diario en distinta áreas logrando nuestro bienestar, y que sirva su ruidoso doblar como aviso de salir a nuestros balcones y ventanas para llenar la calle con nuestros aplausos. Seguro estoy que el mío, aunque distante, arrastrado por el viento, se confundirá con el vuestro. 
Por último recuerda, QUÉDATE EN CASA.   

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