Quiero soñar que estoy despierto y caminar estando en mi
pueblo por intrincadas cañadas de álamos amarillos, y percibir
las caricias de húmedas bocanadas de viento otoñal.
Quiero soñar que estoy despierto y llegar a poder dormir en
aquél cortijo de chimenea y candil, de pajar como alcoba, y oír en noches
oscuras el lamento de los mochuelos mezclado con el del ulular del viento.
Quiero soñar que estoy despierto y llegar a ser grano de trigo
en la simienza, ser tierra que lo arrope con la vertedera del arado, y agua otoñal que empape los surcos fabricados en
aquellas exiguas besanas.
Quiero soñar que estoy despierto y elaborar sueños de niño con
miedos a leyendas ancestrales, miedo a la palmeta de aquél aprendiz de maestro,
a la leche en polvo de aquél colegio, y miedo a no encontrar jornal en aquella
plaza.
Quiero soñar que estoy despierto porque quiero ser flor
otoñal en aquél añorado jardín de mi
infancia, y poder contemplar los pétalos aterciopelados de sus rosas después de
que la lluvia acunara en ellos gotas de
plata cristalina.
Quiero soñar que estoy despierto y llegar a encontrar en los
campos de mi pueblo a la Flor del Año para contar los granos de su fruto y así
valorar la cosecha de cereal venidera, pero ni por asomo quisiera tropezarme
con la flor de la mandrágora, planta que siempre he respetado por sus leyendas
recelosas ya que cuentan que donde mora, hasta las olivas, medrosas ellas, llegan
a abrazarse en noches oscuras y tenebrosas.
Quiero soñar que estoy despierto y respirar el aroma de la
tierra mojada, el del hinojo de los caminos, el del polvo hecho barro de
aquella era, y el de aquél inconfundible olor a lapicero de cedro de mi escuela
mezclado con el tufo a humanidad en una tarde gris, fría, y otoñal.
Quiero soñar que estoy despierto y poder oír el casi desaparecido
canto de la perdiz retumbando al alba en las cañadas y en los valles, y también
percibir el dulce murmullo de los pajarillos aleteando en regajos salpicados de
higueras, nogueras, y zarzas mientras
buscan a esa hormiga de ala que vuela libremente, y no a aquella prisionera en
la trampa de una “costilla”.
Quiero soñar que estoy despierto y encontrarme en aquella
huerta donde me bañaba en mi infancia. Observo en mi sueño que no navega en la
alberca aquél barquito de papel, y sí hojas mustias del manzano y del melocotonero
cercano que siguen durmiéndose a los acordes del agua cayendo en la poza.
Quiero soñar que estoy despierto y adentrarme en el bosque de
La Bañizuela, porque quiero ser
madreselva trepadora por el tronco de un
quejigo, y desde allí, contemplar las llamaradas de los colores del
zumaque y los variados tonos de la sierra que se viste con el color de la
lumbre en este tiempo de otoño.
Quiero soñar que estoy despierto, pero duermo sin querer
despertar. Disfruto de un sueño profundo soñando con paisajes y pasajes vividos
en nuestra tierra, y es que reconozco que me gusta soñar que estoy en mi pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario