lunes, 30 de septiembre de 2019

SUEÑOS OTOÑALES




Quiero soñar que estoy despierto y caminar estando en mi pueblo por intrincadas cañadas de álamos amarillos,  y  percibir  las caricias de húmedas bocanadas de viento otoñal.

Quiero soñar que estoy despierto y llegar a poder dormir en aquél cortijo de chimenea y candil, de pajar como alcoba, y oír en noches oscuras el lamento de los mochuelos mezclado con el del ulular del viento. 

Quiero soñar que estoy despierto y llegar a ser grano de trigo en la simienza, ser tierra que lo arrope con la vertedera del arado, y  agua otoñal que empape los surcos fabricados en aquellas exiguas besanas.

Quiero soñar que estoy despierto y elaborar sueños de niño con miedos a leyendas ancestrales, miedo a la palmeta de aquél aprendiz de maestro, a la leche en polvo de aquél colegio, y miedo a no encontrar jornal en aquella plaza.    
Quiero soñar que estoy despierto porque quiero ser flor otoñal en  aquél añorado jardín de mi infancia, y poder contemplar los pétalos aterciopelados de sus rosas después de que la lluvia acunara en ellos gotas  de plata cristalina.

Quiero soñar que estoy despierto y llegar a encontrar en los campos de mi pueblo a la Flor del Año  para contar los granos de su fruto y así valorar la cosecha de cereal venidera, pero ni por asomo quisiera tropezarme con la flor de la mandrágora, planta que siempre he respetado por sus leyendas recelosas ya que cuentan que donde mora, hasta las olivas, medrosas ellas, llegan a abrazarse en noches oscuras y tenebrosas.  
  
Quiero soñar que estoy despierto y respirar el aroma de la tierra mojada, el del hinojo de los caminos, el del polvo hecho barro de aquella era, y el de aquél inconfundible olor a lapicero de cedro de mi escuela mezclado con el tufo a humanidad en una tarde gris, fría, y otoñal.    

Quiero soñar que estoy despierto y poder oír el casi desaparecido canto de la perdiz retumbando al alba en las cañadas y en los valles, y también percibir el dulce murmullo de los pajarillos aleteando en regajos salpicados de higueras, nogueras, y zarzas  mientras buscan a esa hormiga de ala que vuela libremente, y no a aquella prisionera en la trampa de una “costilla”.  

Quiero soñar que estoy despierto y encontrarme en aquella huerta donde me bañaba en mi infancia. Observo en mi sueño que no navega en la alberca aquél barquito de papel, y sí  hojas mustias del manzano y del melocotonero cercano que siguen durmiéndose a los acordes del agua cayendo en la poza.

Quiero soñar que estoy despierto y adentrarme en el bosque de La Bañizuela,  porque quiero ser madreselva trepadora por el tronco de un  quejigo, y desde allí, contemplar las llamaradas de los colores del zumaque y los variados tonos de la sierra que se viste con el color de la lumbre en este tiempo de otoño.

Quiero soñar que estoy despierto, pero duermo sin querer despertar. Disfruto de un sueño profundo soñando con paisajes y pasajes vividos en nuestra tierra, y es que reconozco que me gusta soñar que estoy en mi pueblo.

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