lunes, 12 de diciembre de 2022

ROGATIVAS A SANTA ANA PARA QUE LLUEVA.

 

Noche de insomnio. No creáis que me haya despertado el dulce repiqueteo del agua de la lluvia en la ventana de mi dormitorio, ya quisiera yo. No, son los años los que provocan que el timbre de mi despertador ande dislocado. Imposible de reparar, me dijo un día el galeno, que no el relojero. En estas ando yo, y en mi desvelo, esta madrugada, he querido dejar volar mi imaginación y llegar hasta la ermita de nuestro pueblo y adentrarme en ese lugar sagrado con todo el sigilo posible para no despertar a nuestra Patrona y sobre todo a la Niña. Allí, antes del alba, en la debilitada penumbra de la ermita han quedado flotando en el aire mis oraciones para cuando despierten junto con el centelleo de una vela eléctrica. También les he suplicado que atiendan mis rogativas, estas que hago públicas para que la lluvia riegue nuestros campos: 

Santa Ana bendita:

No quiero ver los olivos sedientos de mi pueblo abrasados por la calma de tantas siestas pasadas, de tantas noches tórridas, donde hasta la luna me han dicho, siendo otoño, sigue pidiendo agua  para poder dormirse. 

Quiero ver el cielo cubierto de nubes negras, de nubes grises y plomizas, y a vencejos volando muy alto, casi bebiendo en esos nublos. 

Quiero que la brisa de las nubes arrastre remolinos de polvo, polvo de los caminos, polvo de los olivares y hasta el polvo de aquellas eras. 

Quiero ver cómo el viento de alguna borrasca mueva los cardos secos de los caminos y despierte a los vilanos elevándolos en su viaje sin retorno hasta el cielo infinito.  

Quiero oler a tierra mojada y llenar con su fragancia mis pulmones, y que ese olor reparador me transporte en el tiempo a otros tiempos vividos en mi pueblo. 

Quiero que las grietas del olivar se inunden con el agua caída, y curen y tapen las cicatrices profundas de nuestros campos sedientos. 

Quiero que una lluvia mansa, casi adormecida acaricie los tejados de nuestro pueblo en noches de canales y días de migas. 

Quiero ver a gentes corriendo por las calles, y algún paraguas volando, y a la gente del campo haciendo cola en las churrerías. 

Quiero, desde el cerro, ver a mi pueblo envuelto entre la bruma y la neblina, y no por el flamear infame de la canícula. 

Quiero que los pinceles de la lluvia restauren el color de los olivares, y borren el ocre pálido de muerte que la sequía les pintó. 

Quiero que llueva otra vez tras los cristales de aquella escuela de Machado en tardes pardas y frías. 

Quiero que lluevan jornales y agua virgen extra en mi pueblo. 

Sí, quiero que llueva dulcemente sobre los campos de mi pueblo, campos de mi niñez, campos con sed de trabajo, con sed de tanto..., campos de Torredelcampo. 

En romerías de mis tiempos pedíamos a nuestra Patrona y a la Madre de Dios, agua para nuestros campos con este cántico:

Agua Virgen pura, agua Virgen Madre, agua de los cielos, no nos desampares. 

Santa Ana bendita, atiende las plegarias de este humilde servidor que se unirán a las de todas las buenas gentes de tu pueblo, aquellos/as que con promesas y empeños, a ti siempre portadores, vamos los torrecampeños.   

Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario