lunes, 12 de diciembre de 2022

MIS DOS PUEBLOS.

 

Mi humilde contribución al 37 Otoño Sociocultural para Mayores, 2022

Torredelcampo, años 50

Aquél pueblo de tapias y corrales, de viejos tejados curvados, de calles que morían entre trigales abrileños y rastrojos calcinados, de eternos temporales donde el viento aullaba en las cámaras dibujando sombras bamboleantes en sus muros y atrojes,  y donde por la noche, el ruido de alguna teja al estrellarse contra el suelo de la calle hacía espantar a los gatos y despertar a los niños lactantes.

Aquél pueblo de calles intransitables, de barrizales traqueteados por el paso de las bestias donde en los hoyos de las herraduras bebían los gorriones, los niños jugaban al “marro”  y hasta la luna se peinaba en el pequeño espejo redondo de su agua.

Aquél pueblo de ataúdes blancos llevados en angarillas, de lutos perpetuos, de novias enclaustradas vestidas de negro, de radios mudos, donde hasta la cal por ser blanca era castigada cuando moría el abuelo.

Aquél pueblo de casa de socorro de vendas, grapas, y alcohol, de despachos locales en los que se tramitaba la beneficencia por triplicado adhiriendo a los impresos los timbres correspondientes, y de ambulancias cuyas sirenas era el claxon del taxi que el enfermo tenía de pagar.     

Aquél pueblo de contados festejos, donde aquellos pulidos mármoles de los veladores de las tabernas nunca llegaron a mancharse con algo que le gustase al perro. 

Aquél pueblo de ajuares bordados en bastidores con los caros hilos multicolores de la paciencia labrados por primorosas casamenteras mientras esperaban la carta con la licencia del novio; todas aquellas cartas, me constan, llegaron a su destino, tan solo se perdió aquella que aquél no escribió.

Así era mi pueblo en los años cincuenta.

Hoy, Torredelcampo, es un pueblo moderno, de amplias avenidas, de recoletas plazoletas con cantarinas fuentes, con espacios para el recreo y paisajes pintorescos. Un pueblo acogedor que gusta de celebrar de manera participativa sus incontables fiestas. Así veo yo ahora a mi pueblo, y así vi y viví en aquél otro que relato.

Si alguien me pregunta que con cuál de los dos pueblos descritos me quedo, diré que con este que ahora disfrutamos, aunque traería si pudiera a aquellas gentes que habitaron en el primero, gentes de honor y de palabra, valores pocos practicados por una buena parte de la sociedad actual. A esas buenas gentes, algún día, alguien las verá en el metaverso dando lecciones de nobleza y rectitud. Que no tarde eso en llegar pues hay gente muy necesitada.  

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