jueves, 10 de febrero de 2022

LOS BANCOS Y LAS PERSONAS MAYORES.

 

LOS BANCOS Y LAS PERSONAS MAYORES.

José con noventa y dos años se dirige al banco donde desde siempre tiene sus ahorros. No acostumbra a ello ya que su hija es la encargada de ir al menos una vez al mes a la sucursal para disponer de efectivo, así como poner la libreta al día y comprobar los cargos e ingresos realizados, pero hoy está  hospitalizada, y él necesita dinero para atender sus necesidades.

 En el patio de la oficina una señora que entra al mismo tiempo que él le manda identificarse en una máquina habilitada para ello a lo que la buena mujer viendo el desconcierto del anciano le ayuda marcando su DNI, además de si es o no  cliente y la sección en la que desea ser atendido. La máquina una vez introducidos estos datos vomita un papel con letras y números y José todo sorprendido da las gracias a aquella amable señora  a la que siguiendo sus consejos se sienta a esperar delante de una pantalla a que aparezcan los mismos guarismos y letras que le asignó el extraño aparato. Mientras aguarda su turno observa a un puñado de empleados en minúsculos habitáculos separados unos de otros por cristaleras opacas atendiendo a clientes.

Todo ha cambiado se dice para sus adentros. Intenta desde su posición identificar a alguno de los que trabajan dentro de aquellos extraños receptáculos sin resultado positivo. No conoce a ninguno, ni ha habido un cruce de miradas entre él y ellos, atentos todos  a la pantalla que hay en cada una de sus mesas. Mientras espera, recuerda a muchos de los antiguos empleados de esa sucursal que se dirigían a él por su nombre y que aunque estuviesen ocupados levantaban una mano indicándole con un gesto que de momento iba a ser atendido, y cómo no,  a aquél director que le ayudó a salir de aquél bache con el que llegó a confraternizar en aquellos tiempos cuando la confianza estaba por encima de las garantías, ahora, cuentan, que si no tienes no te prestan dinero, lo que a su corto entender le llena de dudas.

A intervalos, la pantalla a la que no le quita ojo va emitiendo con un extraño sonido números indicando la sala a la que debe dirigirse el cliente agraciado. Pasado un buen rato y viendo que su turno nunca llega y aprovechando que uno de los empleados ha quedado libre se dirige a él. Le explica que quiere sacar dinero y este le mira un tanto extrañado para decirle que el negociado de caja cerró a las once de la mañana, que opere con su tarjeta desde el cajero que está en la calle. El empleado ve al hombre un tanto confundido por lo que muy cortésmente le ofrece que tome asiento. José obedece y sentado con sus dos manos apoyadas en su bastón observa al joven empleado que viste de manera elegante. Entre ellos hay el siguiente diálogo:  

         -Señor José, he mirado los productos que consume y veo que no dispone de tarjeta. Si usted quiere le puedo solicitar una de débito, y otra de crédito. Es muy sencillo, con ellas a través de un pin puede disponer de efectivo en toda la red de sucursales de nuestro Banco, e incluso en los de la competencia. Si dispone de un Pc o de un Smartphone, en online, podrá pagar sus recibos, hacer transferencias y saber su saldo en todo momento, siempre mediante una clave, todo,  a través de Internet, ya que entrando en Gooble…

         -Mire, joven. Yo no entiendo nada de lo que usted me dice, comprenda que soy mayor, y no estoy preparado para ese vocabulario. Yo lo que quiero es doscientos euros…

         -Ya le he dicho señor José, que la caja está cerrada. Venga usted mañana, además, si es esa la cantidad que quiere disponer, no quiero adelantarle… en fin, pásese mañana.

Y aquél señor de avanzada edad ni siquiera dice adiós, se despide del empleado con una mirada intensa y prolongada que de seguro taladraría la conciencia del representante bancario. Después,  en silencio, abandona la sucursal con paso lento y vacilante mientras lo ve todo borroso producto de las lágrimas que han aflorado en sus ojos motivado por la ira contenida y la impotencia.

La triste situación vivida por el protagonista de este relato es una más de las muchas que sufren una buena parte de este colectivo que casi roza los  diez millones, todas personas mayores, una gran mayoría de ellas sin conocimientos para practicar con las tecnologías existentes y que además recelan de ellas debido a su inexperiencia. La exclusión financiera de este sector se ve agravada además por el cierre de más del cincuenta por ciento de sucursales bancarias en los últimos años y el despido de miles de empleados. Esto ha supuesto que en muchas poblaciones pequeñas al día de hoy no dispongan como antes de ninguna entidad financiera ni tampoco de cajero, otra puñalada más a la España vaciada.

Yo he sido bancario, que no banquero, y sé lo que es estar sometido a tensiones buscando siempre la rentabilidad para mi empresa, pero me consta que el beneficio de los bancos se ha incrementado de manera  muy sustancial dado que el margen financiero al día de hoy es  muy considerable al no estar remunerado el pasivo, es decir, los depósitos, contribuyendo a esto la disminución de los costes laborales por la disminución de las plantillas, alimentado a su vez por el cobro de comisiones entre las que destaco las del mantenimiento de muchas de las cuentas.

Para que escenas como la que reproduzco no lleguen a suceder, entiendo que  no sería demasiado pedirles a los señores banqueros tengan un poco de dignidad para las personas mayores, habilitando  en cada oficina un puesto de trabajo, un empleado que aparte de realizar otros menesteres, se encargue de atender y  formar en lo más básico a este colectivo sénior al que tanto les debe la sociedad, y asimismo, las entidades financieras, -si lo sabré yo- porque no creo que con ello  llegaran a alterarse mucho sus ya abultadas cuentas de resultados.

Porque tú que eres persona mayor te lo mereces, porque te esperamos a cualquier hora para atenderte, formarte, e informarte.

Eslogan, que colocaría en los ventanales de muchos bancos.

Quisiera que mis ruegos se hiciesen realidad. Yo, con tal de echar una mano prestaría mis cortos conocimientos de manera altruista. Que me llamen, estoy dispuesto.   

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