Escuché más de una vez a mi madre decir que su abuelo, aquél que quedara ciego en la mitad de su vida, estuvo en la Guerra de Cuba. Estoy por asegurar que los padres o los abuelos de este bisabuelo mío sufrirían lo suyo también en la Guerra de la Independencia. Mis padres y mis abuelos padecieron durante tres años las peor de las guerras, la Guerra Civil Española que tanto dolor causó. Repasando la cronología de las guerras en España, no ha habido –corríjanme si me equivoco- ninguna generación que no haya conocido una o más guerras, y es que la guerra, la peor de las desgracias, está ligada a la humanidad desde que existimos.
Alardeaba yo sobre que aquellos que nacimos al
poco de terminar la guerra civil nos íbamos a escapar de contienda alguna y que
solo recordaríamos las adversidades y penurias de la posguerra, pero no, el
destino nos tenía reservado en los últimos años de nuestras vidas esto que
estamos viviendo desde hace aproximadamente un año, y que según pronostican los
entendidos, no tiene visos de desaparecer de un día para otro. Me estoy
refiriendo a esta pandemia que estamos sufriendo, al coronavirus, o al covid19 como
se le identificó a este enemigo invisible que habita desde el mes de marzo del
pasado año entre nosotros habiendo sembrado desde entonces la muerte y el dolor
en decenas de miles de hogares españoles, como asimismo en otros países y
continentes. Esto que estamos viviendo es una guerra muy diferente a todas las
habidas: La Guerra del Coronavirus.
En todas las guerras, los contrincantes miden sus
fuerzas antes de las batallas y casi siempre antes de las confrontaciones
mandan emisarios con el fin de encontrar fórmulas para lograr la paz. Este
enemigo no admite diálogo alguno, y es más, si intentas acercarte a él te proporciona
sin que lo notes una carga vírica que te puede conducir a la muerte, a ti, y a
todo aquél que pueda haber estado después en contacto contigo, ya que se
reproduce muy fácilmente, y así, de esta manera, este ejército asesino e
invisible al multiplicarse, cuenta cada vez con más número de soldados cuya
misión es matar.
Hoy, cuando esto escribo, la tercera ola de la
pandemia alcanza cifras de contagios y de muertos muy preocupantes. El ejército
invisible del maldito bicho se ha hecho más numeroso porque durante un cierto
tiempo hemos bajado la guardia ya que muchos de los flancos de nuestras huestes
defensivas, en vez de continuar con la lucha, se replegaron, puede que por
cansancio o por querer disfrutar de una normalidad engañosa como se ha
demostrado. Ahora, estamos sufriendo este tremendo error.
¿Estamos en guerra? Así título este artículo que
quiero esclarecer. En todas las guerras hay enemigos y contrincantes, en esta,
el enemigo es el bicho, y los contrincantes somos todos los humanos. En todas
las guerras se suelen aplicar si es necesario el estado de alarma, y el toque
de queda como en estos momentos tenemos establecido. En todas las guerras hay
soldados que luchan en la primera línea de fuego, en esta, en las trincheras,
está todo el personal sanitario del que disponemos, al que le sigue toda una
red de logística, producción y aprovisionamiento, para avituallar al mayor número
de soldados que haya tenido nunca ningún ejército, y al que se les ha dado
instrucciones de combatir al enemigo con el arma más eficaz con la que hasta
ahora contamos, esto es, la de estar enclaustrados dentro de nuestros hogares
sin llegar a poder relacionarnos nada más que lo imprescindible con aquellos
que no formen parte del núcleo familiar, la mejor manera de combatir a este
criminal asesino hasta que nos vacunen.
En todas las guerras siempre hay desertores y
traidores. En esta no podían faltar tampoco. En esta ocasión son los negacionistas aquellos que niegan la
realidad de esta pandemia, y también los que, alardeando de valientes,
mezclándose en fiestas, bailes, y concentraciones, demuestran con su actitud ser
unos cobardes desobedeciendo las órdenes y protocolos establecidos favoreciendo
con ello al enemigo. A estos, los
llevaba yo durante días, a fregar el suelo de cualquiera de las muchas UCI
saturadas de enfermos por el covid para que tomaran conciencia.
En esta guerra no podemos defendernos con la
aviación, caballería, ni artillería, ni
tampoco con nuestra armada. Ahora, somos todos soldados de infantería que
dentro de nuestras casas llevando a cabo una disciplina castrense, obedeciendo
las normas establecidas, la mejor arma para combatir al bicho, y saliendo al
exterior solo lo justo, lograremos doblegar a esta canallesca y microscópica
tropa hasta que la vacuna nos inmunice, porque, querámoslo o no, estamos en
guerra.
A veces, pienso, que este bicho parece estar
teledirigido. Hace poco, al mismo tiempo que se estaban poniendo las primeras
vacunas en el Reino Unido, como queriendo reaccionar el bicho ante ello, llegó
a mutar, siendo el poder de transmisión de esta nueva cepa mucho más diligente
y expansiva en los contagios. Esta nueva rama es la que parece habita ya entre
nosotros y la que está elevando la curva de contagios. Algún día, la humanidad
sabrá cómo se desarrolló este virus, si fue fruto de la casualidad, o tal vez
fabricado. ¿…?
Ánimo, torrecampeños/as, solo nos queda superar
este pico. A medida que avancen los niveles de vacunación podremos ir viendo el
final de la luz del túnel. La primavera está también queriendo asomar, y yo con
ella a nuestro pueblo.
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