miércoles, 2 de enero de 2019

DEPURAR LA AGENDA



Limpio los cristales empañados de uno de mis ventanales; son las diez de la mañana del día uno de enero y solo veo a través de ellos a un señor de avanzada edad que como un espectro deambula por la calle acompañado en su andar por un silencio de cementerio. El ruido de los malditos petardos se han apagado y el del ladrar ahogado de cientos de perros asustados por los estallidos de los explosivos. El silencio prevalece después de tan ruidosa batalla de la que siempre pierde el año que se queda atrás. El año que viene, el derrotado será el recién inaugurado, aunque realmente los perdedores somos nosotros que coleccionamos años gastados. Impera en la mañana la rutina otro año más y no tengo mejor forma de distraer la monotonía y salir de mi aburrimiento que la de leer.

Al poco dejo de hacerlo. Me acuerdo que debo de poner en orden mi agenda de teléfono. Todos los años lo hago Ya se sabe, debo de actualizarla eliminando  a quienes no merezcan seguir en ella para ir dando paso a nuevos contactos, a nuevas amistades, unas imperecederas y otras que durarán lo que dure la gestión por la que le di de alta y que muchas se me olvidaron depurar.
Entro en contactos y empieza la masacre. ¡Coño! Me digo ¿Qué hace este aquí? Este fue aquél que vino a casa a arreglar la calefacción, me sacó el dinero y tuve que llamar a otro a los dos días, pues nada,… a tomar…el fresco, y le doy al eliminar. ¡Anda, otro que tal baila! Este me llamó un día, le solucioné su problema y ahora cuando me ve, para evitar el saludo se hace el “longui”, así que sin dudarlo le doy a la tecla de liquidar. Sigo.  ¡Arrea, pero si está aquí aquella que…!   ¿Cómo tenía yo aún a esta en mi agenda? ¡A la m, pues no es merecedora de mi amistad! Continuo… ¡Hombre, mi buen amigo…! A este le pongo la letra <<a>> delante de su nombre para que figure al principio de la agenda, pues aunque no nos llamamos mucho, pero ambos sabemos que estamos ahí  para prestarnos nuestro apoyo ante cualquier adversidad, y como  este amigo, otros muchos. Dejo vivos los teléfonos de aquellos médicos que tengo necesidad de acudir en visitas periódicas propias de la edad, como también el de la funeraria, que aunque no le llame yo el día que deba solicitar sus servicios para mí, sé que lo harán otros, porque  algún día moriré, pero mientras tanto otros días no. Ya lo dijo alguien.

Al final he depurado mi agenda, pero  me llena de satisfacción que comparativamente con la del año pasado cuando la saneé, ha aumentado el número de amigos. Amigos entre los que estoy seguro tú te encuentras.
Sed felices.    

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