CUANDO YO NO ESTÉ.
Rebanadas de una vida.
(Escrito una tarde
plomiza y tormentosa que invitaba al recogimiento)
Cuando yo no esté, me llevaré en un bolsillo de mi
traje negro, aquél beso que nunca pude darte en aquella plaza de taciturnos amantes.
Cuando yo no esté, no
busques mi amor en una cuenta, búscalo en mis libros, en mis escritos; quédate
con mis historias; al final, la protagonista siempre has sido tú.
Cuando yo no esté,
quédate libre de impuestos, con ese amor
que siempre hemos compartido por la tierra que nos vio nacer.
Cuando yo no esté, aquél olivo seguirá llorando preguntando por
mi padre, dile, que aún se acurruca, y
yo con él, en las frías noches de invierno dentro de las oquedades de su tronco.
Cuando yo no esté, me
iré sin regularizar aquellos salarios de hombre, detraídos por tiranos a un
niño.
Cuando yo no esté,
búscame en los recodos del viento, en los recodos de los caminos, pero nunca en
las fanegas de amos avarientos, ni en las eras de celemines sin atrojes, ni en
las parvas desmedidas con el pez al derecho.
Cuando yo no esté,
nadie jugará con aquél trompo cambiado por un palo; nadie jugará con más
juguetes que no fueran herramientas.
Cuando yo no esté, esa tarde los jazmines no quiero
verlos vestidos de negro; quiero que su
olor por una sola vez lo ocupe el del
incienso.
Cuando yo me muera, me
llevaré la maleta que me hizo el carpintero, con remaches de metal y barniz de
ataúd nuevo.
Cuando yo me muera,
quiero vivir en mi pueblo, que soñando con él siempre he vivido, aunque muerto
en otro pueblo.
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