A
mi compañero Silvestre, aquél que era el responsable en la oficina del
negociado de cartera, llevaba sin verlo desde el día que me jubilé. Él, quedó
ejerciendo su trabajo que ya no era el mismo que el que solía llevar cuando el
banco era banco. Tiempo atrás quedó arrumbada aquella hermética caja metálica
donde solía custodiar todas las letras que la sucursal día tras día debía de
negociar. La caja repleta de pagarés quedaba depositada a diario en el armario
metálico dentro de la cámara acorazada para preservarla de robos e incendios.
No puedo recordarlo sin aquella caja gris cerca de él. Las últimas tecnologías y los cambios de la
operatividad de los sistemas financieros habían dado al traste con la palabra efecto y protesto, y por tanto cuando yo
me fui se encargaba de tramitar las solicitudes de préstamo.
Mi compañero se jubiló unos años
después de que yo también lo hiciera. Silver,
como cariñosamente le llamábamos después de recordarme pasajes y aventuras de
nuestro batallar en el trabajo, me confesó que últimamente no era del todo
feliz. Me dijo que vivía en un edificio de diez alturas en una conocida y
céntrica calle de Madrid y que el motivo de su preocupación no era otro que el
comportamiento de los vecinos de la planta del ático los cuales les estaban
haciendo la vida imposible, no sólo a él, sino a todos los integrantes del
inmueble. Los molestos vecinos según me manifestó eran todos unos arrogantes
que despreciaban a los demás porque decían pertenecer a una casta diferente más rica y emprendedora. A los vecinos del primero, la mayoría de ellos
andaluces los catalogaban de vagos sin tener en cuenta de que eran estos los
que efectuaban las reformas en los áticos; reformas algunas innecesarias que
eran sufragadas con el dinero de todos contribuyendo con ello a aumentar la
diferencia entre las diferentes viviendas del inmueble. Todos los presidentes
de la comunidad año tras año habían transigido en todas y cada una de sus
reivindicaciones con tal de silenciar sus despropósitos; así que derrama tras
derrama eran pagadas a tocateja por todos y cada uno de los propietarios sin
que ninguno rechistara.
Mi amigo Silver me dijo también que ahora pretenden no pagar la comunidad y
formar ellos otra ajena a la que rige los estatutos debidamente legalizados.
Durante toda la vida la comunidad, me dice, ha sido demasiado condescendiente
en todo para con ellos. Como anécdota me cuenta de que al término de cada
reunión, allí, en la sala de reuniones, por tal de halagar a estos vecinos que
tanto protestan, se ofrecía un vino espumoso y unas rodajas de una grasienta
chacina de la que dice no recordar el nombre de cómo se la conoce, y también a
la ancianas presentes se les agasajaba
con un vaso de leche mezclado con unos polvos extraños con sabor a chocolate,
porque al parecer una parte de estos presuntuosos vecinos poseían factorías
donde elaboran estos brebajes y comistrajos por los que sienten muy orgullosos e
identificados ya que dicen formar esto parte de su idiosincrasia.
Lo peor de todo según me contó Silver es que para mantener los molestos
vecinos su estatus de ricos, la comunidad le avaló todas sus deudas, de ahí que
ahora no sólo no quieren pagar la cuota que les pertenece, sino que encima
deben los vecinos de afrontar con todas las obligaciones adquiridas por estos
elementos caso de que formaran otra comunidad. Por otra parte me cuenta, y esto
lo considero muy grave, que tiempo atrás siendo presidente uno de los del
ático, se quedó con buena parte del dinero que era de todos. Interpuesta la
demanda correspondiente por malversación de fondos lo sorprendente del caso es
que la gran mayoría de los del ático lo siguen arropando y defendiendo, esgrimiendo
de que se trata de un señor de avanzada edad muy honorable.
Mi compañero me dejó muy confuso con
todo ello. Antes de despedirse de mí también me dijo que a pesar de pretender no
pagar la cuota de comunidad que le corresponden, quieren seguir utilizando los
servicios comunitarios además de los mancomunitarios de los que el edificio
donde viven forma parte con otros bloques limítrofes.
Despido a mi imaginario compañero
Silvestre y le digo adiós al tiempo que dejo de leer la prensa la cual ha
tenido la culpa de que yo me invente hoy esta historia. ¿Será tal vez por
alguna noticia parecida y aparecida en el periódico que acabo de leer? No lo sé... los titulares solo hablan de un
tal Pujol (leo Pujol con jota de Jaén)...faltaría Mas ¡Joder, con el honorable Jorge y la chusma de independentistas!
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