lunes, 22 de septiembre de 2014

LOS CONSEJOS DE UN ABUELO

Soy un viejo –me digo-. Me miro al espejo y veo mi rostro poblado de surcos sinuosos y torcidos, como si mi cara y sobre todo mi frente la hubiese arado un mal gañán. La mayoría de mis contados cabellos están pintados con la escarcha propia de los años, porque aquellos que ya no pasan por la criba de mi peine se fueron para siempre arrastrados como hojas secas por los vientos de tantos otoños vividos.
Me doy cuenta de que el tiempo pasa cuando aquél de mi edad que me servía a diario el café en la cafetería de costumbre se marchó un día para siempre, y aquél otro parroquiano que dejé de ver, como muchos de mi edad con quienes charlaba cuando se cruzaban conmigo en las calles de mi pueblo y que ya no me dirán adiós porque también se fueron.  
Pero yo no soy viejo aún; soy una persona que se va haciendo cada vez más mayor y que atiende por abuelo cuando pequeñas vocecitas así me llaman; son las voces candorosas e infantiles de mis nietos.
Hoy, quiero hablarles a estos pequeños retoños, y lo hago a través de un ordenador dibujando con las palabras mis sentimientos al mismo tiempo que quiero regalarles consejos que  son  los cosechados por mi experta paternidad aprendida con mis hijos, y naturalmente, la experiencia adquirida por los años que la vida me ha regalado.
Os quiero contar queridos nietos que la vida es solo un suspiro, y que cuando os queráis dar cuenta estaréis conjugando no el futuro sino el pasado de los verbos: <<Yo hubiera o hubiese hecho esto o aquello>>, me repito yo muchas veces, pero me doy cuenta de que nadie puede escapar de la senda que el destino a cada uno nos tiene reservado. No me arrepiento de ser como soy. Si volviera a nacer volvería a caminar por los mismos e intricados senderos por los que ha transcurrido mi vida, arrastrando con ello mis defectos y mis errores como también mis virtudes si es que tengo alguna.
Vuestra misión primordial en esta vida consistirá en ser todo lo felices que podáis. Si sois felices consigo mismos, la felicidad que os sobra podréis compartirla con otras personas a la que améis. Cuidaros mucho de aquellas que en vez de repartir felicidad van sembrando odio y rencor; el mundo está cuajado de ellas. Las llegareis a identificar a medida que irán cicatrizando en vosotros las heridas que os hagan. La experiencia es el mejor antídoto para preservaros de la mala gente. Aquí, en este mundo que se os ofrece, cuando comencéis a caminar por sí solos encontrareis vuestros cielos y vuestros infiernos. No os desaniméis ante la adversidad, pero cuando ello ocurra solicitar siempre el consejo de las personas en las que confiéis, por lo general las que os rodean y que os quieren.
Yo quisiera seguir aquí siempre y ser vuestro consejero y confidente y servir de puente entre vuestros padres y vosotros, sobre todo cuando lleguéis a esa etapa tan difícil de vuestra vida llamada pubertad tan llena de interrogantes donde el adolescente tiene la convicción de ser un incomprendido. Es, en ese período de vuestras vidas cuando deberéis de conducir vuestras conductas por los senderos rectos que os habrán enseñado vuestros padres. Si un árbol crece torcido y no se corrige a tiempo se desarrollará con el tronco inclinado para siempre. El saber escoger a vuestros amigos os evitará de muchos problemas. Esto es fundamental.
Sed honrados. La palabra honrado abarca un amplio espectro de virtudes, tales como: no engañar, no robar, no estafar ni tampoco mentir. Sed pues, buenas personas a pesar de que muchos a los buenos los califiquen de tontos; pensad que esos que se las dan de listos, son los que más cerca están de los sinvergüenzas.
Respetad siempre a vuestros mayores; en ellos reposa y se apacienta la sensatez. Y si ellos no han estudiado y no están a vuestra altura en conocimientos, pensad que tal vez fue porque no pudieron, y no porque no quisieron. No os riáis de su ignorancia, pues sin estudiar, ellos, poseen el poso que la universidad de la vida les ha enseñado y a veces el significado de una frase pronunciada por estas personas mayores encierra tanta o más racionalidad que la expresada por cualquier filósofo. 
Amad a la Naturaleza. Éste además de ser otro consejo es un deber, el de cuidar a nuestro planeta Tierra el cual os dejamos herido por los abusos efectuados por los de mi generación; a vosotros os toca paliar el daño que hemos causado.
Por último sabed queridos nietos que os lego el amor a un pueblo llamado Torredelcampo, el pueblo donde nació vuestro abuelo y en el que os anuncio que viviré para siempre cuando yo me muera. 
Estos son los consejos de vuestro abuelo Antero.
Besos. Os quiero.


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