Soy
un viejo –me digo-. Me miro al espejo y veo mi rostro poblado de surcos
sinuosos y torcidos, como si mi cara y sobre todo mi frente la hubiese arado un
mal gañán. La mayoría de mis contados cabellos están pintados con la escarcha
propia de los años, porque aquellos que ya no pasan por la criba de mi peine se
fueron para siempre arrastrados como hojas secas por los vientos de tantos
otoños vividos.
Me doy cuenta de que el tiempo pasa
cuando aquél de mi edad que me servía a diario el café en la cafetería de
costumbre se marchó un día para siempre, y aquél otro parroquiano que dejé de
ver, como muchos de mi edad con quienes charlaba cuando se cruzaban conmigo en
las calles de mi pueblo y que ya no me dirán adiós porque también se fueron.
Pero yo no soy viejo aún; soy una
persona que se va haciendo cada vez más mayor y que atiende por abuelo cuando
pequeñas vocecitas así me llaman; son las voces candorosas e infantiles de mis
nietos.
Hoy,
quiero hablarles a estos pequeños retoños, y lo hago a través de un ordenador
dibujando con las palabras mis sentimientos al mismo tiempo que quiero regalarles
consejos que son los cosechados por mi experta paternidad
aprendida con mis hijos, y naturalmente, la experiencia adquirida por los años
que la vida me ha regalado.
Os quiero contar queridos nietos que la
vida es solo un suspiro, y que cuando os queráis dar cuenta estaréis conjugando
no el futuro sino el pasado de los verbos: <<Yo hubiera o hubiese hecho
esto o aquello>>, me repito yo muchas veces, pero me doy cuenta de que
nadie puede escapar de la senda que el destino a cada uno nos tiene reservado.
No me arrepiento de ser como soy. Si volviera a nacer volvería a caminar por
los mismos e intricados senderos por los que ha transcurrido mi vida,
arrastrando con ello mis defectos y mis errores como también mis virtudes si es
que tengo alguna.
Vuestra misión primordial en esta vida
consistirá en ser todo lo felices que podáis. Si sois felices consigo mismos,
la felicidad que os sobra podréis compartirla con otras personas a la que
améis. Cuidaros mucho de aquellas que en vez de repartir felicidad van
sembrando odio y rencor; el mundo está cuajado de ellas. Las llegareis a
identificar a medida que irán cicatrizando en vosotros las heridas que os
hagan. La experiencia es el mejor antídoto para preservaros de la mala gente.
Aquí, en este mundo que se os ofrece, cuando comencéis a caminar por sí solos
encontrareis vuestros cielos y vuestros infiernos. No os desaniméis ante la
adversidad, pero cuando ello ocurra solicitar siempre el consejo de las
personas en las que confiéis, por lo general las que os rodean y que os quieren.
Yo quisiera seguir aquí siempre y ser
vuestro consejero y confidente y servir de puente entre vuestros padres y
vosotros, sobre todo cuando lleguéis a esa etapa tan difícil de vuestra vida
llamada pubertad tan llena de interrogantes donde el adolescente tiene la
convicción de ser un incomprendido. Es, en ese período de vuestras vidas cuando
deberéis de conducir vuestras conductas por los senderos rectos que os habrán
enseñado vuestros padres. Si un árbol crece torcido y no se corrige a tiempo se
desarrollará con el tronco inclinado para siempre. El saber escoger a vuestros
amigos os evitará de muchos problemas. Esto es fundamental.
Sed honrados. La palabra honrado abarca
un amplio espectro de virtudes, tales como: no engañar, no robar, no estafar ni
tampoco mentir. Sed pues, buenas personas a pesar de que muchos a los buenos
los califiquen de tontos; pensad que esos que se las dan de listos, son los que
más cerca están de los sinvergüenzas.
Respetad siempre a vuestros mayores; en
ellos reposa y se apacienta la sensatez. Y si ellos no han estudiado y no están
a vuestra altura en conocimientos, pensad que tal vez fue porque no pudieron, y
no porque no quisieron. No os riáis de su ignorancia, pues sin estudiar, ellos,
poseen el poso que la universidad de la vida les ha enseñado y a veces el
significado de una frase pronunciada por estas personas mayores encierra tanta
o más racionalidad que la expresada por cualquier filósofo.
Amad a la Naturaleza. Éste
además de ser otro consejo es un deber, el de cuidar a nuestro planeta Tierra
el cual os dejamos herido por los abusos efectuados por los de mi generación; a
vosotros os toca paliar el daño que hemos causado.
Por último sabed queridos nietos que os
lego el amor a un pueblo llamado Torredelcampo, el pueblo donde nació vuestro
abuelo y en el que os anuncio que viviré para siempre cuando yo me muera.
Estos son los consejos de vuestro
abuelo Antero.
Besos. Os quiero.
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