QUISIERA
ESTAR ALLÍ.
Quisiera estar allí, pero sin estar estaré para acompañar al monte en su tristeza, y al mismo tiempo consolar a los pinos, que dicen, lloran abrazados cuando el viento agita su dolor. Me han dicho que las piedras milenarias de nuestra muralla ciclópea guardan luto silencioso, luto que se mezclará con otros duelos viejos sufridos a lo largo de su historia. Piedras mudas que no quieren manifestar el por qué hoy de su dolor a pesar de los ruegos incesantes del espíritu del Idolillo que salido de la cueva, durante la noche, le pregunta extrañado a la muralla por tanto silencio como impera hoy en el cerro.
Quisiera estar allí, pero sin estar estaré para sentir la serena y olorosa brisa de la sierra mezclada con los gratificantes perfumes primaverales que envuelven nuestro cerro sagrado el primer domingo de mayo.
Quisiera
estar allí, pero sin estar estaré en la soledad de la ermita, para regalarle a
nuestra Patrona, y a su Virgen Niña después de dos años de pregones mudos, este
trocito de aquél, el de aquella romería que pregoné hace unos años donde
recordaba lo solo que quedaba el monte después de que en procesión, todos, como
era costumbre, acompañáramos a nuestra Patrona hasta la iglesia…
… y solo se quedó el cerro, sola se quedó la sierra. Por la noche retumbó el trueno, mientras que el agua regaba la tierra. Agua Virgen pura, agua de los mares, clamaban los romeros al morir la tarde. En la oscura noche, bebió con ansia el sembrado y saciaron su sed los olivos con el agua tan esperada en mayo. Agua de los cielos, no nos desampares, suplicaban los torrecampeños en la procesión a su Patrona. Y el aroma a monte recién duchado con gel de alhucema y mejorana, llegó a impregnar a la ermita, que solitaria estaba en la noche, porque en el cerro, no quedó ni un alma, ni un perro vagabundo, ni un rescoldo en las hogueras, tan solo una mujer, Dolores la Santanera. Se ve luz en su ventana, luz amarilla de una vela, asustada está la mujer, la que es vigía y centinela, le dan miedo los relámpagos, le dan miedo las tormentas, si Santa Ana estuviese allí, miedo ella no tuviera.
Y el aire
perfumado del monte mezclado con el de tierra mojada del olivar y la siembra,
bajó raudo por el camino hasta llegar a la iglesia, donde tranquilas dormían la
Madre de Dios y la Abuela.
Quisiera estar allí, pero sin estar estaré porque no quiero faltar a tu cita este primer domingo de mayo, una cita tan distinta de otros años, otra vez más huérfana de romeros en el monte, pero no de rezos y cánticos ante tu altar. Desde la distancia te imploro a Ti, y a nuestra Virgen Niña, que ruegues por tu pueblo aquejado e inmerso todavía en esta terrible pandemia. Abraza a todos los torrecampeños/as a los que llamó recientemente tu nieto nuestro Señor a su presencia, que estarán de seguro celebrando junto a Ti en el Cielo, de esa otra eterna romería.
Siempre
cobijado y reconfortado bajo el extenso manto de nuestra Patrona al que me
abrigo y beso, os deseo desde la distancia una Feliz Romería con la prudencia
que aconseja la situación que estamos atravesando.
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