jueves, 29 de octubre de 2020

MI VISITA A LA ERMITA EN NOCHEBUENA.

 

(Es difícil estando en Madrid visitar la ermita la misma Noche Buena, pero como soñar es gratis, lo haré hoy, pocos días antes de Navidad, imaginándome en mi sueño que estoy viviendo la realidad en esa noche, utilizando para ello la fantasía que nos sobra a los abuelos en estas fechas tan entrañables.

Mi visita la haré al morir la tarde para poder ver desde el cerro entre nublos bermellones el encendido del crepúsculo, y de cómo lentamente estos, irán siendo devorados por las sombras de la noche. Después, internado en la ermita disfrutaré del silencio que produce la paz en ese sagrado lugar. Allí estaré hasta después de que mi mente que no mis labios haya estado un buen rato en comunicación con Ellas a través de la oración. ¡Qué silencio disfrutaré!,… es tanto el que reinará dentro  que creeré percibir hasta el sonido de mi alma, alimentada y reconfortada esta por el espíritu navideño en esta noche de amor y de paz. 

Después, he salido al atrio de la ermita cuando es noche cerrada. Sigo con mi ensoñación y veo desde allí el centelleo de las luces de mi pueblo a mis pies, y el titilar de las estrellas en la techumbre del cielo en la fría noche navideña, en la que un gajo de luna en forma de daga curvada, pende arrecida en el firmamento desarropada de su sábana amarilla que le arrastra por su áureo y decadente halo pajizo.

Pero mi mejor sueño esa noche será ver desde la lonja de la ermita a mi pueblo difuso  entre la espesura de la niebla, o entre las brumas de continuas cortinas de lluvia, y así poder oler la paz del monte empapado de agua, y de  regreso,  quisiera reparar como el viento entre la oscuras sombras, zarandea a los árboles, a las nogueras y a los olivos, solitarios ellos en el Llano de Santa Ana, mientras que los pinos del cerro entonan en la oscura noche extraños silbidos en su bambolear, que interpretaré como villancicos serranos. 

Ya en el pueblo, observo un trasiego inusitado de gentes y vehículos, y es que dentro de poco será la hora de la cena, y las familias ya se preparan para reunirse. Hijos que cenan en casa de los padres, padres que cenarán en casa de sus hijos, y así, abuelos y nietos, todos juntos unos y otros, se disponen a celebrar la Noche Buena.

No quiero despertar de este sueño sin antes haber paseado por las calles de mi  pueblo cuyas preciosas luces navideñas con sus coloridos y dibujos alegóricos sirven como estimulante a todos los torrecampeños/as para alimentar su estado de ánimo con la alegría, la felicidad y cómo no, la nostalgia de muchos como yo al recordar aquella nuestra niñez licenciada.

Un fuerte petardo explosiona cerca de mí y me devuelve a la realidad. Esto no estaba previsto.   

Queridos amigos y amigas, después de haber visitado la noche de Nochebuena en la ermita de nuestro pueblo  a la Madre de Dios y a su Abuela, y haber paseado por nuestro pueblo, aunque en sueños, creerme que me siento muy reconfortado.      

Con estas ensoñaciones navideñas tan nuestras, que de haber podido estar ahí las hubiese hecho realidad, aprovecho para desearos desde la distancia a todos los torrecampeños y torrecampeñas  una, ¡Feliz Navidad!

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