¡Ya llega la feria! Venga, que ya están aquí las casetas del turrón; los primeros feriantes anunciadores de nuestras fiestas ya han llegado con su goloso pero duro y pétreo Primitivo Picó, envuelto todo con el aroma a tabla de carpintería. Ya está aquí también el del Chupetón de la Tonta, con su espeso bigote, más poblado su penacho que el año anterior. Las escopetas si el año pasado las tenía amañadas para el lado izquierdo este año las tendrá preparadas al lado contrario, así que habrá que estar atentos para derribar el palillo.
Los conejos en los
corrales presagian su triste destino como los presos de la milla verde. Sus
pellejos colgarán al sol esperando a la gitana que se los llevará al trueque de
unas agujas de coser mientras las avispas y moscas dan buena cuenta de ellos. Al
igual que en el cine Callao de Madrid, cuelgan carteles de pintura en los
balcones de la plaza con los protagonistas, anunciando la película que se
proyectará en el cine Paseo. ¡Vamos que llega la feria!
En las eras no hay
descanso, se trilla, se ablenta y se envasa con mucha ansiedad el grano
contando las fanegas a golpe de cuartilla, cada cuatro, una fanega. Los sacos
de grano se amontonan en los alrededores del almacén de trigo esperando ser
pesados mientras personas mayores hacen guardia custodiándolos. Las mujeres ya
han comprado los melocotones para el ponche. Hay en las azoteas vasijas al sol
rebosantes de pajón donde maduran las alcaparras y alcaparrones, mientras que los
“blanqueores” siguen encalando las casas
de sol a sol.
¡Ya ha llegado la
feria! Cohetes, música, procesión, y campanas al vuelo. Hay un olor penetrante
a tierra mojada producido por Juan Diego que riega en Los Jardinillos mientras
los chiquillos gritan ¡Juan Diego riega y aquí no llega! Los dompedros y
boneteros agradecen el refresco mientras los peces de colores se confunden con
los azulejos de la fuente. En la plaza hay carrera de cintas. Antes, en los
Puentecillos ha habido concurso de tiro al plato. Como todos los años el premio
ha sido para el de Rependa. Los de las “voladoras” descamisados ellos, de
torsos achicharrados por incontables ferias,
ponen a punto las barcas contando los sacos de arena que les servirán de
contrapeso. El retratista con el caballito de cartón ya ha llegado a la posada.
¡Venga que ha llegado
la feria! ¡Qué rica la cerveza tomada en jarrilla! ¡Simón, dadnos un saquillo
de patatas fritas! ¡Que rica tomada bajo
palio en el Testarazo, o en casa de Bernardo! ¡Lástima que sea nada más que de
feria en feria! Hay guapas mujeres luciendo moñas en el pelo y vestidos de
estreno. Los jazmines en los patios cada atardecer, donan su cosecha en pos de
su belleza. La plaza está a rebosar. ¡A
gorda la barrigá! Así pregonan el agua para el que quiera saciar su sed en
porrón. Otros se refrescan con los helados el Chache ¡Que ricos! Hay música en
la plaza… ¡Coño, la animadora…! ¡Música…! ¡Chunda, chunda, pom, pom, pom! Pero…
¡Jo…! ¡Vaya, me había quedado dormido! ¡Que sueño más dulce! Pero sigue el chunda,
chunda, y el pom, pom pom…
Esta música persiste
enlatada en mi subconsciente martilleando mi cerebro hasta después de mi
regreso a Madrid. Es la que otro año más, estoy seguro, “disfrutaré” sin ser
partícipe a escasa distancia de los del botellón. Otro año más ellos, los
jóvenes, estarán divirtiéndose a su manera. Esta es otra feria, la feria de
ahora que alguien escribirá dentro de
muchos años contando esto del botellón y los más, el color de los paraguas
playeros y la paella del chiringuito. Pero yo a pesar de todo, seguiré
volviendo como ave migratoria cada feria a mi pueblo, ellos se lo pierden.