HIGOS
En las quebradas, en
los regajos, y en los olivares de terrenos abruptos se solían plantar higueras,
abundando esta planta bíblica en las zonas más cercanas a nuestro pueblo. No
había viña que a la sombra de la higuera los meses de estío no cobijase bajo su
frescor el hato del dueño y a alguna caballería durante las tórridas siestas.
También proliferaban mucho en los corrales de las casas: Higuera breval, una o dos en el corral, dice el refrán.
Los higos en la
posguerra aliviaron el estómago de muchas personas en nuestro pueblo. Quienes
eran poseedores en aquél tiempo de algunas higueras, durante el mes de agosto
cuando el higo suele estar en plena sazón, solían satisfacer parte de su
apetito comiendo este fruto, así el panaseite
con unos higos, era y será, para algunos entre los que me encuentro, un manjar,
que además de proporcionar placer a mis glándulas gustativas me vale para rebobinar
la máquina de mi memoria y recordar escenas de aquellos tiempos. También los
higos solían servirse de postre supliendo a otras frutas en beneficio de la necesitada
economía familiar.
En aquella época, para
que algunos avispados no birlasen este fruto, si el dueño tenía chiquillos,
eran estos los encargados de vigilar las higueras y al mismo tiempo ahuyentar a
los pájaros para que no picoteasen los higos. En estos casos a la hora de regresar a casa eran ellos los
encargados de recolectarlos para el disfrute familiar. Viene a mi memoria
aquellas pequeñas cestas elaboradas con varetas que servían en estos casos para
acarrear los higos, y como tapadera se
colocaban unas hojas de la higuera lo que adornaba su presentación.
La variedad más
extendida por aquella época era el higo negro conocido en nuestro pueblo como goén. He leído que a esta clase de higos se le denomina Cuello de dama negra, destacando estos
por el muy acentuado y dulce sabor de su
pulpa, lo mismo que el verdal que
también abundaban muchas higueras de
esta gama.
Un año, después de caer
las primeras lluvias otoñales, “haciendo
suelos” en un paraje de nuestro pueblo muy conocido por mí, un tío mío a la
hora de comer me mandó hasta una cañada cercana, casi oculta esta del bregar de
la gente y por la que entre la
intrincada profundidad de su vertiente algunos veranos llegaba a discurrir un
hilillo de agua. El objeto del mandado era ver si una higuera que allí se
guarecía tenía frutos. Teniendo en cuenta que estábamos en los primeros días de
octubre creía que me estaba tomando el pelo, pero mi sorpresa fue cuando
llegado al lugar vi a la higuera que estando
casi desnuda de hojas, sus ramas mostraban orgullosas sus frutos en plena sazón.
Eran estos higos verdales, achatados, que derramaban miel por los orificios de la
parte inferior al cabo lo que en
botánica se le conoce como ostiolo, siendo
estas pequeñas aberturas de un rojo
bermellón muy intenso destacando este color escarlata con los del verde
profundo de los higos. Llevo casi seis décadas sin asomarme por ese paraje y no
sé si vivirá aún esa higuera de frutos tardíos. La higuera que sí sobrevive y
que creo será la más longeva de nuestro pueblo es la que está próxima a los
Puentecillos, donde antes instalaban el ferial, a la que yo hace años la
bauticé con el nombre de Higuera
Comunitaria, ya que desde el amanecer hasta bien entrada la mañana, años
atrás, era un continuo deambular de gentes con bolsas y cañas para beneficiarse
de sus frutos.
Quería hacer mención al
pan de higo que se obtenía con higos
puestos al sol y luego triturados. A esta masa compacta se le podía añadir
algunos ingredientes como aguardiente, matalahúga y ajonjolí. Si alguno de mis
lectores ha comido pan de higo con alguna bellota dentro, estoy por asegurar
que rondará mi edad.
Mientras esto escribo,
he despertado a mi apetito que me pide degustar algunos higos. Mañana iré a la
frutería y compraré una docena a sabiendas que nunca tendrán el sabor, la
textura, y hasta el olor de los de mi pueblo, sobre todo los que producen las
higueras de alguien al que estimo llamado Antonio; los de éste, me recuerdan a aquella
higuera tardía que descubrí en una oculta cañada mientras trabajaba en mi pubertad.
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