CUANDO LLUEVE EN
NUESTRO PUEBLO.
Foto de Miguel Portero
Por Antero Villar Rosa
Escrito la tarde-noche
del día 4 de enero.
Cae la lluvia sobre los tejados de mi pueblo. En los
cristales de las ventanas, las gotas se abrazan unas con otras hasta
formar serpenteantes y rápidos regueros
que se deslizan al otro lado del cristal empañado este último por el vaho. En el calor de la tarde fría crepita el fuego
en la chimenea. En la calle, la gasa
blanca de la neblina que todo lo envuelve no deja ver más allá de los tejados
de la acera de enfrente. Miguelico y Cuesta Negra se esconden arropados con la
bufanda de la niebla, mientras que la sucinta tarde de invierno va agonizando.
Llueve en el olivar sediento. La primera en beber será la
hierba, el enemigo número uno de las gentes del campo. Ninguno de nuestros
antepasados logró acabar con ella. Antes, siendo yo niño, legiones de
almocafres en una guerra de guerrillas dispersas por todo nuestro término fracasaban
año tras año después de exterminar a un sinfín de ellas. Hoy, ni con el veneno
de los herbicidas logramos acabar con las malas hierbas, pues como la leyenda
de la hidra, vuelven a renacer con más vigor si cabe.
Cae la lluvia con dulzura sobre los olivares en la temprana
noche y me imagino que estoy en mi olivarillo viendo como el agua en pequeños y
caprichosos arroyuelos llega a hasta penetrar en las profundas grietas que la
sequía ha producido aunque sin llegar a lograr
que rebosen. La sequía ha sido atroz.
En el pueblo, el abuelo aviva el fuego de la chimenea al
tiempo que las sombras producidas por las llamas se proyectan sobre las
paredes. Antes, ha desmenuzado pan para mañana hacer migas mientras trataba de
tranquilizar a su nieto preocupado él porque con la lluvia y la neblina los
Reyes Magos no iban a poder localizar el pueblo la noche siguiente.
En tiempos de los abuelos de mi edad, los temporales serían
los causantes de que sus majestades no se acordaran de los niños como yo.
Así he visto esta vez a mi pueblo desde la distancia en la
noche previa al día de Reyes. En algo habré acertado.
Que los Reyes Magos sean pródigos con todos vosotros.