Presentación
del
Cartel de la Semana Santa
de
Torredelcampo (Jaén)
2016
Antero Villar Rosa
13 febrero 2016
Alguien dijo:
La sinceridad es el abrazo de la
verdad.
La tarde se iba extinguiendo de forma
precipitada sobre el Gólgota mientras que el cielo cosía con pespuntes de oro
negro jirones grises de nublos desbocados.
La
voz de Jesús clamó por última vez desde la Cruz.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
E inclinando la cabeza expiró.
Y
se pasó de la penumbra a las tinieblas cuando el cielo terminó de tejer el
lúgubre manto negro que fabricó, para envolverlo todo con la oscuridad más
absoluta.
Dos milenios después, en la tarde noche de Jueves Santo,
en un pueblo
andaluz llamado Torredelcampo,
entre dormidos trigales y olivos pintados de
amarillo pálido,
caminan los cortijeros.
Ella, subida en una mula torda, aferra
al niño de cuatro años protegiéndolo de los bamboleos de la bestia.
Él, va
delante conduciendo al animal por blandas veredas, y caminos con charcos donde
la luna se peina.
Autoridades
religiosas.
Autoridades
locales.
Sra.
Doña Manuela Parras Peragón, Concejala de Cultura, hoy la autora del cartel que vamos a presentar.
Sres.
Presidentes de todas las Cofradías, y distintos miembros de cada una de las Juntas de Gobierno, y Grupos Parroquiales.
Amigos
cofrades todos.
Queridos
paisanos.
Señoras
y Señores, muy buenas noches.
En primer lugar dar las gracias a Dolores
Moral Castillo, vice-hermana mayor de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, por sus
bellas palabras con las que me ha introducido en este acto. Gracias de todo
corazón.
Recibir demostraciones de confianza y
de amistad en mi pueblo no cabe duda de que siempre me resulta muy
gratificante, de manera muy especial como esta vez que tengo que subirme a este
escenario en el que algunos creerán de que ya estoy familiarizado. No, con absoluta sinceridad les tengo que
decir de que hoy estoy tan intranquilo o más como aquella primera vez, todo,
porque desde siempre he presumido de ser una persona muy responsable, llegando
a aunarse esta faceta destacada de mi vida con el agradecimiento a las personas
que van depositando en mi su confianza y a las que nunca quise ni quiero
defraudar. En el caso que hoy nos ocupa vaya pues mi gratitud por la invitación
a este acto, a la Cofradía
del Santísimo Cristo de la
Vera Cruz y a Manuela Parras Peragón que es la autora del
cartel que con mucho gusto tendré el honor de presentar más adelante, porque
ahora antes de nada quiero esbozar con unas cortas reflexiones mezcladas con
algunas añoranzas lo que supone para mí la Semana Santa, ya que
sería una incongruencia por mi parte no envolver este acto con el misticismo y
la religiosidad que requiere, sin pretender en ningún caso el querer restarle la relevancia y la magnificencia –nunca
lo lograría- al Pregón que se escuchará en este escenario dentro de unos días.
La Semana Santa no es un hecho puntual que sólo ha
de servir para conmemorar la
Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Semana Santa es
hoy, mañana y todo el resto del año. Es pues un tiempo de reflexión, de
meditación, y de perdón, pero sobre todo de amor fraterno que debe perdurar en
nosotros con el fin de que nuestros corazones se conmuevan ante los
sufrimientos de muchos hermanos nuestros. Es tiempo de cargar las pilas, pero
de esas que duran y duran para que logremos ser siempre solidarios, no
solamente con los que padecen alrededor nuestro sino también con aquellos más
distantes; sirva de ejemplo los que viven en países a tres horas de vuelo del
nuestro y otros más alejados que sufren la peor de todas las plagas: la guerra
y el hambre. El drama de ese niño muerto ahogado en una playa que nos mostró un
día la televisión y las redes sociales, llegaron a conmovernos a todos esa vez sin ser Semana
Santa, por eso quisiera que las llamas de nuestra solidaridad no ardan sólo en
estas fechas sino que de manera votiva perduren siempre en nosotros.
Estas desdichas desgraciadamente se
suceden a diario, y nuestros corazones al ver a otros niños muertos como aquél
primero, parecen haberse acostumbrado ante la tragedia de miles de refugiados
que huyen de la muerte buscando otra esperanza de vida, pero desgraciadamente
parte de nuestro mundo parece vivir ajeno a estas desdichas.
Son pocos los que se preguntan dónde
estarán esos diez mil niños desaparecidos por esta sinrazón. Cuando miro a mis
nietos tan inocentes, pido a Dios para que ellos no vivan nunca una situación
semejante.
Decía el Papa Francisco en la última
Jornada Mundial por la Paz:
La indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas. Hay quién está
bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de
televisión, pero lo hace de manera frívola, casi por mera costumbre: estas
personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se
sienten comprometidas, no viven la compasión.
Asimismo conviene recordar sus
palabras sobre el Año Jubilar de la Misericordia en el que estamos inmersos:
Es mi vivo deseo que el pueblo de Dios reflexione sobre las obras de
misericordia, corporales y espirituales.
Hermosas palabras las del Santo Padre
que nos hacen meditar.
La Semana Santa es un tiempo para eso, para recapacitar
y meditar. Es también un tiempo de oración y de recogimiento en un mundo tan
convulso como el que vivimos, tan falto de fe donde abundan tantos descreídos,
aunque de estos últimos permítanme que les diga que tengo serias dudas sobre su
escepticismo. A propósito de esto leí una vez que la oración es un impulso del
corazón, una mirada sencilla al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, y
esto del impulso del corazón me hizo meditar sobre el dicho popular que dice
que todo agnóstico deja de serlo en cuanto el comandante de vuelo dice: señoras
y señores, nos estrellamos.
Sí, sí, en esos momentos de angustia
estoy casi seguro de que no habría nadie al que no se le escapara un: ¡Ay Dios
mío! Y si es torrecampeño un ¡Santa Ana bendita! Pero para fe...
Fe, la de la familia cortijera,
ahora caminan deprisa,
tanto, que casi trotando va la bestia.
Llora el sembrado,
en cada hoja de trigo hay una
perla.
El aire, regala al niño el dulce
olor de la hierba.
Al llegar a un altozano ya se oyen
las trompetas.
¿Por donde irá la procesión?
Se pregunta y se responde la
cortijera.
Estoy por asegurar de que irá por la Carretera.
El marido no dice nada,
ni tampoco el niño,
que con las sombras de los olivos
juega.
Queridas amigas y amigos, tengo que
confesar que siempre me crié huérfano de túnicas, capirotes y varales pero
nunca me faltó la religiosidad y el recogimiento propio en estas fechas que me
supieron inculcar mis padres y mis abuelos.
Como el niño de los cortijeros que
dentro de poco verá en la procesión a nuestra imagen más sagrada, guardará en
su memoria para siempre esa primera vez como yo mantengo viva en la mía el
rostro del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz. La expresión serena de su semblante,
más la sangre en el costado y rodillas, me produjo desde el primer momento un sentimiento
difícil de describir alimentado por las manifestaciones de mujeres con pañuelos
negros en la cabeza y las manos entrelazadas que rezaban en una esquina
moviendo los labios al paso de la imagen. Siempre me he sentido impactado, embelesado y
conmovido, como se sentiría Él ante mi tierna mirada, la mirada de este que les
habla cuando era niño.
Recuerdo que no tenía que preguntar
cuanto faltaba para que llegara la Semana
Santa, pues la trompeta de aquel hombre que ensayaba desde el
patio de su casa al tiempo de acostarme, me advertía de que ya estaba próxima.
El trajín en los hornos elaborando nuestras madres magdalenas y aquellas
galletas rizadas además de roscos, apuntaba a que el Domingo de Ramos ya estaba
próximo y que pronto iba a sostener entre mis manos antes de que mi abuelo la colgase
en el balcón, una palma de color amarillento que emanaba un olor de ese que
penetra se queda y vive siempre en ti; no sé por qué ese aroma me sabe a la tierra fresca volcada por la vertedera del
arado, pero el detalle que mejor conservo era el canto de las golondrinas en el
balcón de mis padres, puesto que sus gorjeos encadenados con su tan característico final me sigue recordando
hoy cuando las oigo a las madrugadas del Viernes Santo en el silencio de las calles
lejanas a la procesión, que parecían alertar a los perezosos de que Nuestro
Padre Jesús estaba procesionando. Recuerdo en esas madrugadas el olor a las infusiones
de manzanilla, y al aguardiente que desprendían aquellas tabernas de mostrador
de mármol de color blanco desgastado por su uso, donde en ellas afilaban sus
gargantas los prodigiosos en el cante de saetas. Todo esto me retrotrae en
estas fechas. Recuerdos religiosos
mezclados también con sabores y olores, por eso no quiero pasar por alto y
rememorar nuestro plato típico por antonomasia en el tiempo de cuaresma cual
era y supongo será siendo, el encebollao
de bacalao.
Pero dejo por unos momentos aparcados
los recuerdos, la procesión del Jueves Santo, y a la familia cortijera que con
el único objeto de ver y rezar en la procesión se dirige a nuestro pueblo.
Ahora me toca hablar del motivo
principal por el que estamos aquí esta noche que es el de presentar el Cartel
de la Semana Santa
de este año 2016; cartel cuya autora es Manuela Parras Peragón, mujer que doy
por seguro todos conocerán, pero quiero disertar un poco sobre la vida de ella
porque habrá matices dentro del amplio historial que desarrolla tanto en el
plano profesional como humano, que muchos doy por seguro desconozcan.
Manuela nace aquí en nuestro pueblo
en el año 1958 en el seno de una familia de campesinos. De cinco hermanos ella
fue el segundo por orden de nacimiento.
De 1970 a 1977 estudia
Bachillerato de letras en el Instituto de Educación Secundaria Miguel Sánchez
López. Terminada su formación secundaría estudia en Sevilla en la facultad de
Bellas Artes Santa Isabel de Hungría. En 1983 se licencia en la especialidad de
escultura.
Ése mismo año se gradúa en Artes
Aplicadas en la especialidad de Cerámica, en la Escuela de Artes y Oficios
del Pabellón de Chile en Sevilla. Allí descubre el tapiz. Durante su estancia
en Sevilla asiste a varios cursos de arte textil y desde 1980 a 1990 se dedica a la
investigación y desarrollo del tapiz contemporáneo.
En 1980 precisamente un Domingo de
Ramos se casa con Manuel, el que fuera su compañero de instituto. Ese mismo año
entra a trabajar como profesora de Modelado en la Escuela de Artes Aplicadas
y Oficios Artísticos de Jaén. Estando en estado de gestación obtiene por
concurso oposición esta plaza, en la asignatura de Modelado.
Desde 1985 es Jefa del Departamento
de Volumen en la Escuela
de Arte José Nogué de Jaén
En 1988 nace su primera hija Maria y
un año más tarde su hijo David.
El bagaje artístico y cultural de
Manuela Parras Peragón a lo largo de su carrera es un amplio abanico de
trabajos realizados que exhibe tanto en exposiciones colectivas como
individuales. Las veces que participa de forma agrupada junto con otros artistas
exhibiendo sus obras en diversos puntos de nuestra geografía, se acercan a la
treintena.
De manera individual también expone
en muchas ocasiones, cabe destacar en el año 1983 cuando participa en la Exposición de Tapices y
Escultura en la Galería
de Arte Arce`s en Madrid.
(Te pido perdón por no asistir. Nadie
me avisó. Lo siento)
Sus obras escultóricas son
innumerables, entre las que destaco una realizada en el año 2004 de cuatro
querubines para el paso del Cristo de la Vera-Cruz, y la de cien esculturas de la
interpretación del exvoto “Orante con Túnica” para el VI Foro de Diálogo
España-Italia encargadas por el Museo Provincial de Bellas Artes y la Delegación de Gobierno
de Jaén.
En cuanto a monumentos entre otros,
ahí está para nuestro goce y deleite en los Jardinillos el Monumento
conmemorativo del II Centenario del Nombramiento de Torredelcampo como Villa, y
el Proyecto y Realización de la
Decoración de la fachada del Complejo Polideportivo “18 de
febrero” de nuestro pueblo.
Asimismo ha realizado obras en
diversas Instituciones Públicas.
Manuela Parras ha ido
repartiendo su tiempo entre el trabajo de profesora, la familia y la
investigación en el mundo de la escultura, buscando un lenguaje personal para
poder expresarse a través de materiales tan diversos como el barro, la cera, la
madera, el hierro, o el acero inoxidable, jugando con los colores y buscando
las técnicas más adecuadas para hacer las esculturas con esos materiales usando
las prácticas como el modelado, la
construcción o ensamblaje, la fundición, la cerámica, el vaciado etcétera. Su
lenguaje escultórico ha ido evolucionando, desde la figuración realista, hasta la
síntesis, basada en el estudio del dibujo y el plano, aprovechando en todo
momento las texturas y el color de los materiales escultóricos.
Pero dentro de la artista
está la persona. Manuela posee a mi juicio la virtud de la tenacidad, don este
que se aplica a las personas como ella que se esfuerzan hasta alcanzar el
triunfo sobreponiéndose a todo tipo de adversidades. Por este motivo sus
méritos le han sido reconocidos en varias ocasiones, y auguro que no le
faltarán otras más.
En mi extinta vida laboral,
en los últimos diez años que estuve como director de banco, a la hora de
estudiar una operación de crédito o préstamo, antes de ver los documentos que
el cliente me aportaba, yo primeramente estudiaba en la entrevista a la
persona. Ése primer análisis de ella reforzaba o no el resultado de la
operación dependiendo del concepto de la confianza que me hubiese inspirado esa
primera toma de contacto. Pues bien, si Manuela sin conocerla de antemano
hubiese pasado por mi despacho, estoy plenamente convencido de que la operación
la hubiese aprobado, porque hubiese escrito en mi informe además de otras
cualidades la palabra: confianza, factor este muy importante en mis tiempos de
bancario a la hora de evaluar una operación de riesgo, y con esa seguridad que
desprende ella, presumo de que el importe que fuese nunca lo hubiera tenido que
contabilizar en contencioso.
Otro rasgo a destacar de
ella es su corazón generoso. No sé si hago bien en airearlo, pero uno se entera
de todo y estas cosas convienen no dejarlas en el tintero, pues sé, y muchos
sabrán también, que de forma desinteresada Manuela contribuye siempre que puede
donando trabajos sin obtener a cambio más que la satisfacción que le supone el
hecho de colaborar con alguna asociación altruista o religiosa.
Mujer intelectual, ha
colaborado en revistas de su género y también en diversos libros. Forma parte
del Club de Lectura Camino Viejo de nuestro pueblo del cual soy yo también
partícipe, pero la distancia me castiga con no poder asistir las veces que yo
quisiera
Señoras y señores, habiéndoles
mostrado unas pinceladas de la vida de Manuela Parras Peragón, es hora de
destapar su obra, pero ese honor no me cabe a mí, así es que solicito para
hacerlo suban a este escenario don Pedro José Martínez Robles, Cura Párroco
de Torredelcampo y el Presidente de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, don Manuel
José Jiménez Alcántara.
***************
Después de destapar la obra:
Con el permiso de todos
ustedes continuo para describirles la obra de arte que acabamos de contemplar
que es la que se plasma en el cartel de la Semana Santa de Torredelcampo
2016
Descripción
de la obra:
La
obra representa la cabeza del Cristo de la Vera-Cruz. Alto
relieve en madera policromada y dorada, realizada con la técnica de
construcción y ensamblaje. Sus dimensiones son 91x 71cm. Policromado en colores
reales, sobre un fondo blanco roto. El Cristo está tocado con una corona de
espinas roja realizada en metal. De la cabeza surgen tres potencias doradas con
pan de oro.
El
lenguaje escultórico utilizado ha sido la simplificación y la síntesis, basada
en un estudio riguroso del dibujo, con el que se ha interpretado la cabeza del Cristo
con un estilo artístico personal.
La
técnica volumétrica que ha empleado ha sido la de construcción, utilizando
planchas de madera recortadas y ensambladas para conseguir la representación
del relieve. Ha utilizado los recursos de superposición de planos y el calado
para jugar con la luz, consiguiendo de esta forma los contrastes de claroscuro
y dándole la máxima importancia al dibujo.
Manuela,
para representar su obra ha elegido el Cristo, por que ha querido personificar
la pasión, la muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Él es el
protagonista de todas las cofradías de Torredelcampo, y es a su vez la imagen
titular de la cofradía encargada este año de crear el cartel y ofrecer el
pregón. La artista ha querido también llamar la atención sobre la cabeza del Cristo
por ser una de nuestras tallas más antiguas y con un gran valor artístico y
cultural.
Ha preferido
hacer un relieve para el cartel por ser esta una técnica con la que más
disfruta, y por ser el lenguaje con el que se puede expresar con más soltura y
confianza.
También
ha elegido la madera por ser un material escultórico noble y para hacer una
similitud con las imágenes religiosas policromadas del siglo XVII.
Los
colores utilizados en el rostro y el cabello, recuerdan las encarnaduras de la
imaginería vistos desde la perspectiva del siglo XXI.
El oro
representa el poder de Dios, la gloria, la divinidad, la realeza.
El
color rojo es el color de la sangre, el martirio, el sacrificio,
espiritualmente representa la llama: la llama purificadora y la llama del Espíritu
Santo.
El
color blanco es el color que más abunda. Es el símbolo de la pureza y la
alegría, la fiesta, y lo ha utilizado para representar la Pascua de la Resurrección. El
Cristo que ha vencido a la muerte que nos redimió con la esperanza de una vida
eterna a toda la humanidad. Luz, de luz. La expresividad de la liturgia en la
noche de la Vigilia Pascual,
la noche de alfa y omega, el principio y el fin. La bendición del fuego y la
luz del cirio que da luz a otros cirios en la noche. Luz de luna llena en el
cielo. La resurrección de Cristo es la verdad culminante de nuestra fe en el
Señor.
La
corona de espinas es una de las humillaciones que sufrió Jesucristo. Todos, a
lo largo de nuestra vida experimentaremos alguna vez el dolor de nuestra
corona. La artista ha querido plasmar en su obra ese tormento.
La
representación de Cristo es reconocible por las potencias. Representan la
memoria, el entendimiento y la voluntad. Gracias a las cuales Cristo pudo ser
capaz de reunir la fortaleza física y psíquica necesaria para padecer la Pasión en su cuerpo y en su
alma, lo que se han convertido en los verdaderos atributos de Jesucristo en su
triple condición de profeta, sacerdote y rey.
Manuela
Parras ha querido con esta obra que se representa en el cartel, homenajear a la
cofradía más decana de todas las de nuestro pueblo, inspirándose para ello en
la cabeza del Cristo, la única pieza primitiva de la imagen que fue restaurada
entre 1940 y 1941.
La Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y María
Santísima de la Humildad
da muestras de su existencia en el año 1634 según datos que obran en poder de la Cofradía. Asimismo
según se desprende de un manuscrito del año 1752 que reposa en el Ayuntamiento
de nuestro pueblo ya se menciona en él a la Cofradía donde entre otras cosas indica de que el
Cristo se encontraba sobre el Altar de las Ánimas cubierto su cintura y paño de
pureza con una faldilla de flecos y dos faroles de aceite siempre encendidos.
Cierro
los ojos y trato de imaginarme en aquel tiempo lejano, a la procesión por la
noche entre casas diseminadas alrededor de la iglesia, y la sombra de la Cruz que originarían las
antorchas a su paso. Esplendoroso.
Como esplendorosa es la imagen que
nos ocupa creada por Manuela Parras que se refleja en el cartel de la Semana Santa de Torredelcampo
2016, el cual nos ha de servir además de recrearnos en su contenido artístico,
entender de que se trata de una llamada de atención para la asistencia a los
actos litúrgicos que se desarrollarán a todo lo largo de la Semana Santa en nuestro pueblo.
Queridas amigas y amigos, podía seguir hablándoles más tiempo
de la obra y de la artista, pero debo mostrarles sin más dilación la procesión que
verá el niño de la familia cortijera que por la noche entre trigales y olivos
se dirigen a nuestro pueblo.
La procesión discurría por la Carretera –hoy Avenida
de la
Constitución-. Una gran muchedumbre iba delante de la misma,
hasta el punto de que sin haber llegado aún la primera imagen a la altura de la Plaza del Llanete, el enorme
gentío ya subía la calle de San Sebastián. Mezclados entre tanta aglomeración,
un hombre empujaba a un carro voceando “avellanas
y cobollos calenticos”.
Delante de toda la procesión marcha
el Cristo de la Vera-Cruz. Su
madero está incrustado en un pequeño trono adornado de claveles rojos y es
llevado a hombros por costaleros con horquilla y almohadilla. Los golpes dados
por el capataz con la palma de la mano en las andas mandando parar y continuar,
resuenan como trallazos por encima de cualquier otro ruido. Los cofrades
encargados de poner orden en la procesión, con un cetro en la mano van deprisa arriba y abajo de la calle dando instrucciones y poniendo orden en las hileras
serpenteantes de gente que alumbran a nuestras veneradas imágenes.
Soldados romanos con lanza de
hojalata al hombro y casco con rejilla para ocultar su rostro desfilan a sueldo.
Otros con el mismo uniforme y salario más remunerado tocan trompetas y tambores
aturdiendo durante toda la procesión los oídos de las autoridades locales próximas
que arropan con su presencia al trono del Cristo de la Vera-Cruz. Mujeres
con mantilla empuñando cetros y rosarios distraen a su paso a la multitud porque
es tal su derroche de belleza y hermosura que alejan a quienes las miran por
unos instantes del sentimiento religioso propio del momento.
La palma de San Juan se bambolea
mientras su talla izada a hombros camina detrás del Cristo.
No hay nazarenos o mejor dicho “san
juanitas” en la procesión que describo, las túnicas y capirotes vendrían
algunos años después. En la época que narro, la crisis de costaleros
voluntarios coliga con otras crisis.
Delante de la Virgen marcha la banda de
música municipal. Es la imagen de la
Virgen de los Dolores la que cierra el desfile procesional.
El cura párroco, don Federico Anguita y don Lucas caminan detrás mientras leen
seguramente a intervalos alguna meditación sobre la Pasión; el manto de la Virgen les esconde a ellos
de más visualización de la comitiva.
La gente espera en la avenida antes mencionada el momento para que el maestro
Pancorbo dé la orden al “papelero” a que los músicos escojan la partitura del
Himno a Nuestro Padre Jesús, porque la procesión en la Carretera siempre parece
dormirse a los acordes de esta marcha tan jiennense, tan nuestra y tan llena de
sentimientos. Oyendo estos sonidos se tiene la sensación de que la música se
llega a transformar en rezos.
Después, de los balcones se recogerán
colchas y colgaduras, menos en aquellas calles que dentro de unas horas volverá
de nuevo a pasar la Madre
de Dios en la Procesión
de la Soledad.
En las demás calles el silencio es el
que reina. Por la Brea,
la luz de una pobre bombilla pone vida a unas sombras que de manera sigilosa abren
sin llave la puerta de entrada al pueblo. Después...
En el pilar de la Puerta Jaén,
una mula torda abreva.
Pasa la procesión, lenta, muy lenta,
la mujer sostiene al niño en una
esquina cualquiera.
Madre, si la Virgen está aquí,
con mi hermanita quién juega.
La mujer no dice nada,
porque ella callada reza.
En el espeso silencio se oyó otra
vez al niño decir,
al niño de la cortijera.
Pobrecita, estará solita en el Cielo,
¡Anda!, déjame ir a jugar,
a jugar esta noche allí con ella.
Desfila la procesión lenta, muy
lenta.
Cuando la Virgen pasa
se va cerrando ventanas y en la
calle nadie queda
Era Jueves Santo,
por caminos de trigales y olivos,
la luna llora de pena
contagiada por el llanto de la
familia cortijera.
Llora también el sembrado,
en cada hoja de trigo había una perla.
Queridos amigas y amigos, he querido
presentar este meritorio cartel de Manuela Parras Peragón de la mejor manera
que se hacerlo, mezclando los sentimientos religiosos que brotan de él, con los
recuerdo de un ayer; de aquellas Semanas Santas tan pobres tan pobres, que no
teníamos artistas como Manuela para que nos confeccionara cartel alguno, aunque
posiblemente algunos de los aquí presentes habrá fabricado uno en su mente a
medida que iba relatando aquella Semana Santa de hace más de sesenta años. Si
es así les doy las gracias.
Decía al principio: La sinceridad es el abrazo de la verdad. Con
la más absoluta sencillez y naturalidad he querido hablarles esta noche; por
eso confieso de que expresar una obra de arte con las palabras me ha resultado
un tan difícil, porque he descubierto de que es el alma quién transmite a la
persona que la contempla en muda conversación el sentimiento que percibe
mientras examina la obra, quedando ahogadas cualquier otra expresión que no sea
la que aparece en el rostro de quién la contempla.
Antes de abandonar este escenario
creo que sería muy meritorio agradecer con un aplauso a los protagonistas
principales de esta noche: El primero de ellos nuestro Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, el segundo,
Manuela Parras Peragón y el tercer protagonista, ustedes querido público que han
estado en esta sala atendiendo a este que les habla.
Muchas gracias.
Antero
Villar Rosa
Torredelcampo, 13 de febrero de 2016
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