Ya
está aquí el calor otro año más. Se ha resistido un poco pero al final ya están
aquí los alcaparrones sirviendo de tapa en nuestras mesas y en las terrazas de
nuestro pueblo. Los alcaparrones, el ponche de melocotón y los helados del
“Chache” eran por aquellos tiempos tres exquisiteces muy propias del verano y sobre
todo en la feria.
Todos los torrecampeños estábamos
deseosos de que llegase la feria por muchas razones que ya he contado en otras
entradas en este blog, pero rebobinando la cámara de mis recuerdos había una
cosa a la que todos los chiquillos le teníamos verdadero
pavor y es cuando llegaba la hora del baño. Para situar a algunos en el tiempo
les diré que he trasladado los recuerdos que voy a relatar a cuando yo tenía
seis o siete años, es decir sesenta años atrás.
Nuestros primeros baños recuerdo que nuestras madres nos metían en una palangana con
agua traída de la fuente más cercana, y se ensañaban con nosotros restregándonos un estropajo que no era otra cosa que restos de una
soga untada con jabón hecho con sosa y
aceite usado de mil frituras, y nos refregaban con ello la piel por todas las
zonas corporales hasta pasar del color blanco al rosado de forma inmediata por donde aquella áspera esponja como si fuese lija nos acariciaba. Era un
calvario.
Pasados los años cuando éramos un poco
más mayores buscábamos las albercas para bañarnos. Así recuerdo aquellas
albercas que servían para regar las hortalizas situadas a las afueras de
nuestro pueblo y otras más lejanas que no quiero identificar por aquello de no
tener que utilizar apodo alguno. Por las siestas, cuando el hortelano
descansaba, nosotros los chiquillos de mi grupo íbamos a zambullirnos en
aquellas balsas donde nos sumergíamos atentos siempre a que el dueño se pudiera
presentar en cualquier momento. Normalmente el agua de aquellas albercas nos rebasaba
en altura a todos, así que teníamos que hacerlo con mucho cuidado cogidos al
pretil. Nos bañábamos totalmente desnudos, es decir en bolas, por lo que
algunos ya presumían o presumíamos de ciertas destacadas dotes que por lo
general quedaban menguadas de inmediato al contacto con la frialdad del agua.
Un día, de forma inesperada se presentó el hortelano y se quedó con la ropa de
dos de mis compañeros bañistas; todos salimos corriendo en tropel con la ropa
en nuestras manos menos estos que para no entrar en el pueblo desnudos se ocultaron
en una zanja lejos de las iras del furibundo dueño de la alberca hasta que avisamos
a sus madres. El hortelano aquél era un hombre muy avispado y muy adelantado
por cierto en el merchandising y en los negocios ya que más tarde nos cobraba
dos reales por cada baño.
Así eran aquellos nuestros baños en mi
niñez puesto que en las casas no había agua corriente. Pasado el tiempo una vez
que quedó instalado este bien primordial con el rechazo de buena parte de los
mayores, ya que para ellos el agua corriente servia solo para presumir ante
los demás vecinos, llegaron las duchas a las casas. Estas personas mayores al
final doblegaron y sucumbieron ante el avance del progreso, pero se negaron muchos
a instalar duchas ya que decían que este invento no traería nada bueno. Y así
fue como de aquellos baños en las albercas pasamos al de las duchas.
Más
tarde, recuerdo la piscina de la calle Quebradizas, donde al principio y no
quiero estar equivocado, existían dos turnos para el baño, el de las mujeres y
el de los hombres.
No
digo de irse de veraneo nadie y bañarse en la playa porque entonces la playa
más cercana estaba a dos o tres horas más lejos que ahora, por aquello de las
vías de comunicación existentes antes comparadas con las actuales, y
naturalmente porque el veraneo para la mayor parte de los de mi generación eran
los trabajos propios de la parva en la era.
¡Qué
tiempos! Aquellos veranos de guapas
mujeres luciendo vestidos estampados de amplios vuelos con moñas en el pelo
cuando llegaba la feria, nuestra feria de entonces donde se presumía una sola
vez al año del refrescante placer de beber cerveza porque para eso estábamos en
fiestas. Cerveza servida en velador y bajo palio.
Bajo
palio la tomaré este año también en