El cielo sigue y sigue llorando. Las lágrimas del invierno gélido y lluvioso que murió hace pocos días, antes de despedirse, se mezclaron con las de esta inaugural primavera en un lloroso abrazo de tanatorio. Veo caer la lluvia a través del balcón desde donde escribo; lluvia a veces cernida por el fino tamiz de lentas nubes grises compasivas; otras en cambio vestidas de luto riguroso viajan más rápidas y se convierten en plañideras descargando a su paso agua sobre el agua, en largos y cansinos aguaceros en esta húmeda y lluviosa Semana Santa.
Todo el mundo sigue mirando al cielo esperando que escampe. La gente del campo de nuestro pueblo supongo que estarán más que hartos de tantos días lluvia, de tantos días de migas, de lumbres y de braseros, aunque esto de las migas y de las lumbres era más dado en mis tiempos, donde al calor de la chimenea se mataba el tiempo haciendo pleita, y se contaban mil historias. Los más viejos relataban que en otras épocas más remotas, cuando persistían largos temporales como los de ahora, se solía utilizar la cuadra para achicar aguas, y deponer allí mismo lo más sólido con el fin de no mojarse en el corral, siempre claro está en casos de emergencia y ante cualquier presuroso apretón. Eran otros tiempos.
Ahora en Semana Santa se mira al cielo más que nunca para que en cada una de las procesiones si la climatología lo permite los fieles puedan invocar sus plegarias, que aunque en silencio serán además de rezos quejios y lamentos, pidiendo que lleguen a solucionarse todos los problemas en que la sociedad actual está inmersa, siendo el más acuciante el paro, y mirarán a Dios en la Cruz , y le dirán entre otras cosas que si antes cuando a Él le condenaron hubo un Barrabás, un salteador, un ladrón, al que indultaron, ahora hay numerosos barrabás a los que las chusmas, la misma chusma que hace dos mil años condenaron a Jesús, les condenarían nuevamente, para salvar cada uno a su barrabás, mientras que el pueblo llano es por ahora el condenado y rehén, y este grita y grita con muchos !ay! por tanto sufrimiento, padecimiento y dolor.
El campo también como todo en esta época de crisis es un puro !ay! ¡Ay que no escampa! Y mientras, sigue y persiste el temporal, y las malas hierbas crecen y crecen como los barrabás a los que antes he referido. Me imagino desde la lejanía ver a los olivares de nuestro pueblo salpicados por manchas amarillas de floridos jamargos algunos de los cuales estoy seguro llegarán a acariciar las ramas de muchos olivos, y es que lo malo predomina, aunque con toda seguridad estas hierbas tienen sus días contados, pues no tardarán en caer todas abatidas, y se doblarán como bisagras al paso de cada uno de los tractores que pronto dejarán la tierra mullida y esponjosa.
Pero por ahora el cielo sigue y sigue llorando. Ojalá que escampe y pronto veamos que las nubes negras digan el último adiós, como las de la canción de Amaral, Quedan días de verano. Ahora quedan muchos días de primavera, y al parecer será lluviosa. Ya lo he visto por Internet, que pronostica que seguirán los vientos con aire y las lluvias con agua. El cielo seguirá por tanto llorando, y nosotros también.