miércoles, 4 de enero de 2012

MI CARTA A LOS REYES MAGOS

MI CARTA A LOS REYES MAGOS.

Queridos Magos de Oriente:

Nunca os escribí ninguna carta. Yo cuando era pequeñito como todos los niños de mi edad crecí creyendo en vosotros aunque en nuestro pueblo nunca os vimos. Sólo una vez vi un viejo carro tirado por una mula sin luces ni decorados y nada más estaba Melchor, pero éste repartía juguetes sólo a los niños que sus padres previamente habían encargado en una tienda pues luego me enteré después. A pesar de todo, como erais magos, sé que por la noche nos poníais a pié de cama a mí y a mis hermanos una pequeña cestita con caramelos. Recuerdo los gajos de naranjitas, las chocolatinas, y el verde intenso de las aceitunas de dulce. A otros no sé por qué sólo les dejabais unas pocas de palomitas. Erais muy pobres, lo sabia, aunque con algunos niños erais más espléndidos, pero puede  que fuese porque se comportasen mejor que yo y que otros, aunque siempre tuve mis dudas, porque  los buenos solían ser los que sus padres eran más adinerados ¡Qué casualidad!
Yo no protestaba, me conformaba con una bufanda, unos calcetines o un jersey que me regalaban mis abuelos. Me consolaba asimismo también cuando escuchaba por la radio la copla que cantaba Pepe Pinto, que decía más o menos así, y que algunos de mí edad recordarán:

Esto le oí decir a un pobre niño chiquito que al hospicio lo llevaron cuando quedó huerfanito.
Era una noche de Reyes, los Reyes Magos pasaron y para llevar juguetes al hospicio se acercaron.
Y aquél niño decía, mago de mi corazón, tráigame usted a mi madre  pa que la conozca yo. Si la ve usted por el Cielo dígale usted que no la olvido, aunque hay unas almas buenas que me tienen recogio, pero esta noche de Reyes aunque tengo quien me ampare, yo daría todos estos juguetes por un beso de mi madre.
   
 Naturalmente, aquella copla me dejó huella, porque siempre que la escuchaba un nudo se me hacía en la garganta y trataba de evitar sin conseguirlo que alguna que otra lágrima aflorase en mis ojos, puesto que oyendo esa copla me sentía un afortunado ya que yo tenía madre, y el niño de la copla no.
Así pasaron año tras año aquellos pobres, muy pobres Reyes Magos de mi infancia.
Hoy, después de tanto tiempo, queridos Reyes Magos, permitirme que me dirija a vosotros por primera vez, y no para que me traigáis nada, sino para rogaros que en vuestra visita no os llevéis nada de lo que por ahora poseo.

Así pues, en primer lugar os rogaría que no os llevéis el cariño de mi mujer y de mis hijas: mi tesoro principal en esta vida.

 No os llevéis la ternura de mi padre. Dejadme aún seguir alimentándome de sus sabios consejos.

No os llevéis el apoyo incondicional de mi hermano, aquél que en los momentos más delicados de mi vida siempre ha estado a mi lado.

No me arrebatéis de mi memoria los recuerdos de aquellos a los que quise y se fueron.  

No os llevéis el afecto de mis amigos, de los que están cerca, y de aquellos que apenas veo por la lejanía.

No os llevéis la grata sensación de sentirme querido por el resto de mis seres queridos.

No os llevéis la emoción que siento cuando estoy en mi pueblo y puedo contemplar como ahora en este tiempo invernal, a los olivares escondidos entre las brumas. No me arrebatéis asimismo el orgullo de seguir sintiéndome torrecampeño. 

No os llevéis la quietud y la serenidad que me acompaña mientras leo un libro al calor de la lumbre.

No os llevéis el gozo de comunicarme expresando mis sentimientos y recuerdos a través de mis novatos renglones, aunque muchas veces sean pueriles y banales.  

Ya por último, sólo quiero que nunca os llevéis la sonrisa de mis nietos y el placer que siente este abuelo que os escribe cuando juega con ellos, pues aunque compita con vosotros, creo que para  ellos soy uno de sus juguetes preferidos.

Dejarme todas estas cosas, y llevaros todo aquello que no me sirve.

Como magos que sois, haced un paquete muy grande en el que quepa la guerra, y arrojarlo fuera de nuestra galaxia.

Haced otro con el hambre y envolverlo con el odio y las desigualdades sociales, para que vaguen toda la eternidad por los espacios siderales.

Haced otro paquete muy grande, ¡pero que muy grande!, con el dinero de aquellos que han hecho y están haciendo de la crisis un negocio, especulando a nivel mundial con los alimentos, sin importarles que con ello sigan muriendo por la hambruna millones de niños. Repartirlo allí donde más falta haga, e incluir también en el mismo el dinero de aquellos muchos avaros que nutren su codicia en estos tiempos de crisis a la cual se aferran como pretexto para transgredir los derechos de muchos desvalidos.
Y si no cabe en el paquete tanto dinero, –que no cabrá-, fruto de la explotación de tantos y tantos desgraciados que en su desesperación por llevar un pedazo de pan a su hogar, caen en manos de estos negreros explotadores, haced otro paquete más, y otro, y otro, y otro, y otro, y otro ,y otro...
          
         Llevaros pues todo aquello que no valga para que en vuestra próxima visita podáis ver la sonrisa de todos los niños del mundo, incluida la de este chiquillo que os escribe hoy por primera vez después de sesenta y tantos años.

2 comentarios:

  1. Si los Reyes Magos atendieran tus sentidas y sensatas peticiones, y no las de las marcas y los grandes almacenes, otro gallo nos cantara.

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  2. Juan, como sabes estamos inmersos en una sociedad consumista paralizada en parte por la crisis. Pero por poner un ejemplo, es curioso que los Reyes Magos regalen a los papás más coches de lujo ahora, que antes del encharcamiento en que nos encontramos. Ahí están las estadisticas. Y es que el pobre sigue siendo cada día más pobre, y los ricos cada día más ricos !Que contradicción!
    Pd.Perdona mi retraso. Tú sabes el porqué.

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