En aquél tiempo de mi juventud, cuando la recolección de la aceituna tocaba a su fin, las calles a primeras horas de la noche, se alegraban con los cantos de mujeres jóvenes jugando al correndero. Era el anuncio que la primavera estaba a un paso; presagio de ello cuando el estado anímico del mocerío se disparaba en un derroche de felicidad difícil de ocultar. A pesar de que la fiesta del carnaval estaba prohibida, por ese tiempo previo a la cuaresma, los correnderos era la manera de celebrar esta fiesta a nuestro modo, y era también el lugar para ver a la moza mientras se rondaba. Así se aprovechaba para contemplar a la que uno le tenia echado el ojo y comprobar si alguno de aquellos cantos carnavaleros que desgranaban las jóvenes, escondían de forma irónica despecho hacía el que rondaba, o por el contrario algún halago.
Cantaban cogidas de la mano y girando en corro. Recuerdo que en ocasiones paraban, daban unas palmadas y continuaban con la danza en círculo.
Cantaban cogidas de la mano y girando en corro. Recuerdo que en ocasiones paraban, daban unas palmadas y continuaban con la danza en círculo.
Algunas de las letras eran picantonas e irónicas, aunque también las había hirientes que mandaban consignas al pretendiente para que de alguna forma entendiera que no tenia nada que hacer, o por el contrario animarle si era corto, es decir tímido, para así allanarle el camino. Dicho en la jerga de aquél tiempo, para que se lanzara. Al terminar de cada canto, los que rondábamos solíamos corresponder con voces socarronas que dirigíamos al compañero del grupo a quién entendíamos por alusiones iba dedicada la copla de pique.
Recuerdo el griterío que formaban aquellos corros de mujeres pasándose de unas a otras un botijo al grito unánime de ¡Ay, ay, ay... y...!. Así, el botijo o cántaro mochado era lanzado una y otra vez al aire hasta que moría estrellado en el suelo cuando la que tenía que recibirlo se le escapa de las manos. Entonces estallaba al unísono un grito mezcla de sorpresa y de desconcierto de las muchachas coreado por los que contemplábamos el espectáculo.
A veces, en el centro del correndero era muy común ver encendido una fogata “chico”, que servía para de alguna forma iluminar la calle.
Noches de ronda, de cánticos carnavaleros picantes y atrevidos, mezclados con el humo y los aromas que salían por las chimeneas creando una neblina que se expandía por las calles dibujando todo ello un ambiente difícil de describir.
Los correnderos eran nuestro punto de encuentro. Nuestro botellón, pero sin botella que empezaba apenas el sol se escondía y duraba tan solo hasta la hora de la cena o hasta cuando sonaba el “Parte o Diario hablado de Radio Nacional”.
Después, las calles permanecían en silencio quedando como testigos los cascotes del porrón o cántaro ejecutado y los rescoldos de la hoguera que al día siguiente barrerían las mujeres al limpiar la puerta de su casa. Era lo único que denotaba que allí había habido gente divirtiéndose. Nada de envases de plásticos, ni bolsas, ni vidrios, ni brik, ni latas, ni látex, ni nada, porque no teníamos nada...pero sin tener nada éramos felices. Muy felices, si señor.
Sé que habrá alguien de mi edad o tal vez más mayores que recuerden algunas letras que se cantaban en los correnderos , con los tonos y soniquetes tan alegres y tan característicos. Animo a que lo transmitan a otros para goce y disfrute de futuras generaciones.
Tengo 46 años y he vivido alguna que otra vez esto que cuenta usted. Recuerdo esos gritos de las mujeres pasándose el "porrón" de unas a otras en la calle Huertas esquina con la Fuente Nueva donde he pasado mi niñez. Eran tardes de bastante ajetreo, porque al terminar con la muerte del elemento de juego (botijo), las mozas se disfrazaban con los trapos que pillaban y cantaban aquello de...""no me conces, no me conoces, y como no me conoces, no sabes decir quien soy, y como no me conoces la lata yo te la doy .......""" Muy buenos recuerdos. Un saludo
ResponderEliminarMis recuerdos son más antiguos, tengo sesenta y dos años, pero me alegra saber que en gente más joven que yo, perduren en ellos también estos recuerdos de nuestro pueblo.
ResponderEliminarGracias Paco.