Desde muy pequeño me inculcaron mis padres y mis abuelos a
ser un hombre de bien, a comportarme rectamente dentro de la sociedad para no
llegar nunca a perjudicar con mi conducta al prójimo, y así, lograr llegar algún
día a merecer comentarios como: <<Fulano es un hombre de palabra>>
Frase esta muy arraigada antes en nuestro pueblo, o esta otra, <<Su
palabra es una escritura>>. Ambas expresiones acuñadas por nuestros antepasados
era el mejor caudal que una persona
pudiera poseer, siendo la una y la otra, acepciones cuyo denominador común no
es otra cosa más que el de poseer algo tan preciado como el honor. Todo lo contrario de aquellos pocos a los que
en nuestro pueblo se les conocía como <<escopeteaos>> cuyo significado según “El habla torrecampeña” de José Alcántara, es el siguiente: Persona de
malos principios, tiroteao, perseguido por la justicia.
Recuerdo que estando en la mili, después de hacer los tres meses de campamento,
me destinaron a un regimiento en cuyo cuartel, al entrar a él, me sorprendió
leer en uno de los muros la frase siguiente: Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio
del alma, y el alma sólo es de Dios. Don Pedro Calderón de la Barca.
El honor, hermosa palabra tan menospreciada en los momentos
actuales, y tan enaltecida por aquellos que nos sucedieron. Hoy,
desgraciadamente impera el deshonor que es sinónimo de infamia, ultraje, e
indignidad. Los últimos acontecimientos que estamos viviendo me están dando la
razón. Sucesos como los que difunden los
medios, donde jaurías organizadas, quemando el mobiliario urbano a su paso,
saqueando establecimientos, y atacando en forma de guerrillas urbanas organizadas
a las fuerzas del orden público, es una buena prueba de que el deshonor, el
vandalismo, y el anarquismo, imperan en
nuestra sociedad, esta vez, y esto es lo
más grave, auspiciado por algún que otro despojo político que los jalea, cuya
única reivindicación es la de la puesta
en libertad de un delincuente condenado por la justicia. Los abuelos de muchos
de estos energúmenos estoy seguro que llegarían
a correr delante de los “grises” demandando democracia sin asaltar
establecimientos ni quemando todo a su paso, democracia de la que ahora
afortunadamente gozamos, aunque para algunos de los que espolean a esta chusma,
digan que no es plena.
Si, esta gentuza, este ejército de delincuentes son una gran
mayoría de ellos los de la patada en la puerta, los que “okupan” tu vivienda
durante los días que estás en tu pueblo, o mientras estás haciendo la compra, y
que una vez dentro tienen más derechos que el propietario, derecho hasta
destrozar todo el mobiliario y enseres mientras viven a cuerpo de rey gozando
de una “paguita” disfrutando del porro y
otros placeres sin trabajar.
Transcribo parte del escrito de J.M. Jiménez Muñoz con relación a estos
hechos:
Y algún día, ya lo veréis, seremos
nosotros los alzados. Nosotros, los sumisos. Los callados. Los pagafantas. Los
madrugadores. Los mansos. Los que queremos la paz. Los de las dificultades
diarias. Los que sostenemos la Hacienda Pública. Los que no vivimos de enredar.
Los que no vivimos de enfrentar. Los que somos los que somos gracias a nuestros
mayores. Los del esfuerzo personal. Los silenciosos.
Nosotros tomaremos las calles algún
día. Y entonces vosotros no seréis nada.
Queridos amigos/as, sabéis que disfruto escribiendo cosas de
nuestro pueblo y no metiéndome en temas tan escabrosos como el de hoy, pero
pensando en mis nietos, he creído conveniente hacerlo porque quiero para ellos
un futuro mejor que el que esta tropa promete. En nuestro pueblo, a estos, se les
llama, “tropín”.