La oliva y el aceitunero
En la pertinaz sequía. Principios de
octubre 2015
Cualquier oliva sedienta de la campiña de
mi pueblo.
Pronto vendrás a verme y como
siempre te daré mi sangre.
Sé que me mimas, que me quieres,
que tu sudor me embriaga.
Peinaré mis cabellos en el reflejo
escarchado de la luna gélida
antes de que tú vengas casi
escondiéndote en la noche.
Al alba te esperaré y te
entregaré todo lo que tengo,
pero no me pidas más, esta vez no,
pues mi tormento me ahoga.
Pondrás sábanas bajo mi cuerpo
desnudo y pisarás sobre ellas,
sábanas negras que se llenarán de
lágrimas secas enjutas y arrugadas.
Sentiré las vibraciones de tus
caricias sin llegar a estremecerme,
mientras que tú, te fundirás con
mi pena queriendo apagar mi sed.
Verás mis brazos estirados
suplicándole al cielo que llore de una vez,
que derrame agua sobre mi reseco
tronco, sobre las grietas de mi fosa,
al tiempo que tú en un abrazo de mortaja
mojarás mis labios sedientos con la tinta de estas
letras.
Antero Villar Rosa