viernes, 25 de diciembre de 2015

PASEANDO MI INSOMNIO






 
Foto de Julián Ruiz

PASEANDO MI INSOMNIO


Ando por las calles silenciosas de mi pueblo, por calles que antes fueron veredas viejas. Camino en la noche que es la mitad de la vida cuando mi vida es ya casi toda noche.

Es Noche Buena. Del estruendo al silencio, del bullicio a la calma. Ya se apagaron los cánticos de villancicos y murió el eco de la última puerta al cerrarse.

Duerme la calle cuando la gente no está. Camino por ellas paseando a mi alma. ¡Qué paz! ¡Que sosiego! ¡Qué silencio! Sólo se oyen mis pasos  y ladridos de perros vagabundos a lo lejos.

Entre la neblina con un beso blanco de escarcha, las luces mortecinas de los faroles barnizan a los adoquines con retazos de un mar de cristal, mientras que el frío manto de la bruma se balancea asustado cuando el reloj de iglesia desgrana cuatro sonoras y lentas campanadas en la gélida madrugada.

No me siento solo, presiento que calladamente desde alguna oscura ventana, tras de una cortina, ojos pocos discretos e insomnes me auscultan y hasta radiografiarán la frescura del marisco de mi extinta cena.           

Mañana será Navidad y los pájaros en los tejados se preguntarán dónde estárán los panaderos, los tractores, los remolques y las voces de los aceituneros. No habrá nadie en los Jardinillos, ni en la “chismosa” pregoneros, todos seguirán acostados, al menos hasta que se vaya el churrero.     

Lamento que se acabe mi vigilia, que se acabe mi paseo. Quiero ahora seguir despierto para soñar que aún estando lejos sigo caminando por las calles de mi pueblo. Dejo dormir a las calles mientras que yo, con estos gratos recuerdos, la noche de Noche Buena, de madrugada, mientras esto escribo, tengo que dejar de hacerlo porque me estoy quedando dormido.

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¡Feliz Navidad!  A todos, paz, amor, prosperidad y un venturoso año 2016 lleno de esperanza. 


jueves, 3 de diciembre de 2015

PUERTA DEL CAMPO, ROTONDA DE LA BREA.




Puerta del Campo, rotonda de La Brea.


La sábana de cristal en la fría madrugada cae en cascada rompiéndose en mil espejos que centellean al dispersarse.
Sopla el solano y una rebanada de luna en forma de cimitarra, pálida, casi blanquecina, con púa para colgar sombreros, despide a los aceituneros.
No miran a la fuente al pasar, le dan de lado a pesar de que derrama en forma de bendición su brisa húmeda sobre todos ellos.
Por el caminito de naranjos escarchados marchan en procesión. Miran al frente, al olivar, perdido el suyo entre la espesa selva de miles de olivares.
Rugen los motores de los vehículos, y los remolques pasan entonando su cansina música de percusión rompiendo el azul relente del alba.
A la izquierda la luna, a la derecha el viento, y a las espaldas el pueblo que se despierta envuelto en una olorosa bruma serrana. Al frente los difusos olivares.
Al caer la tarde las aceituneras al volver del tajo se peinan en el dorado espejo de la encendida cascada pintada por el sol agonizante de la tarde.
La noche cae sobre el campo. En el olivar cosechado, ahora desgreñado, lloran aceitunas olvidadas.
La Puerta del Campo duerme en la noche acunada por el gratificante sonido del agua al caer sobre el marmóreo pedregal blanco.
Un coche largo y negro rompe el silencio de la temprana madrugada. Al final del camino de naranjos, de repente, una luz emerge en la oscura noche alertando a los cipreses para que velen con sus cuchillos puntiagudos al aceitunero que llevan muerto. 
Por la tarde, el mismo coche negro vuelve a pasar por La Puerta del Campo. Esta vez va muy despacio. Un nutrido grupo de gentes, la mayoría de negro, van caminando a su paso mientras que las campanas de la torre del pueblo con golpes lentos y agónicos tañen a muerto.
Al rato, el mismo coche y el mismo séquito vuelven a bajar por el camino de naranjos. Tres son las veces que lo han paseado ante La Puerta del Campo al aceitunero muerto.
Son tres los lloros de cristal fino que al resbalar por la hueca jamba han entonado a su paso una música menos alegre que de costumbre. Con estas polifonías despide La Puerta del Campo al finado aceitunero.
Por el camino de naranjos me llevarán, y nos llevarán un día hasta donde los cipreses hacen guardia con sus cuchillos afilados mirando al cielo. 
Que el agua de la fuente que ha de decirnos adiós de La Puerta del Campo tarde muchos años en ser llovida.
Puerta del Campo de mi pueblo. Puerta del Campo de Torredelcampo.

domingo, 4 de octubre de 2015

LA OLIVA Y EL ACEITUNERO





La oliva y el aceitunero

En la pertinaz sequía. Principios de octubre 2015
Cualquier oliva sedienta de la campiña de mi pueblo.

Pronto vendrás a verme y como siempre te daré mi sangre.
Sé que me mimas, que me quieres, que tu sudor me embriaga.
Peinaré mis cabellos en el reflejo escarchado de la luna gélida
antes de que tú vengas casi escondiéndote en la noche.
Al alba te esperaré y te entregaré todo lo que tengo,
pero no me pidas más, esta vez no, pues mi tormento me ahoga.
Pondrás sábanas bajo mi cuerpo desnudo y pisarás sobre ellas,
sábanas negras que se llenarán de lágrimas secas enjutas y arrugadas.
Sentiré las vibraciones de tus caricias sin llegar a estremecerme,
mientras que tú, te fundirás con mi pena queriendo apagar mi sed.
Verás mis brazos estirados suplicándole al cielo que llore de una vez,
que derrame agua sobre mi reseco tronco, sobre las grietas de mi fosa,
al tiempo que tú  en un abrazo de mortaja
mojarás  mis labios sedientos con la tinta de estas letras.



                                           Antero Villar Rosa

domingo, 16 de agosto de 2015

QUE LLUEVA DE UNA VEZ EN MI PUEBLO



Que llueva de una vez en mi pueblo.
Que se mojen los caminos.
Que el polvo se haga barro.
Que el trueno despierte al olivar de la larga y tediosa siesta.
Que el botijo del cielo estalle en mil chubascos.
Que el dios de la lluvia taladre con sus dedos a los nublos.
Que las hormigas corran a los hormigueros.
Que un vientecillo fresco anestesie el canto de las cigarras.
Que gruesas gotas retumben en el seco cutis del olivar.
Que se agiten los cardos para que alumbren vilanos.
Que los vencejos en el cielo hagan la primera cata.
Que las grietas dejen de mostrar las profundas venas de las olivas.
Que en la gris y plomiza tarde regrese la gente del campo.
Que los caminos se enciendan con la luces de los coches.
Que vuelva aquél olor a parva mojada en la era.
Que huela a hinojo mojado y a olivo recién duchado.   
Que el olivar no se atragante para que no beban los torrentes.
Que llueva de una vez en mi pueblo, que llueva en el campo.
Que lluevan jornales en Torredelcampo.
Que llueva, pero que llueva, agua virgen extra.






viernes, 12 de junio de 2015

HORTALIZAS Y TAMBIÉN MELONES.

El ayudar a plantar las hortalizas cuando yo era pequeño era un trabajo que a mí y a todos los chiquillos nos gustaba. Recuerdo el olor que desprendían aquellas diminutas plantas de tomates que habían sido arrancadas de un semillero. Mi abuelo solía plantarlas a últimos del mes de abril. Lo hacía recostándolas en mitad de la ladera del surco por el que el agua del riego debía de circular y otras a estancarse. Las plantas al principio adolecían inclinándose sobre su nuevo lecho hasta que después del primer riego que debía de ser abundante parecían resucitar acomodadas en la esponjosa tierra colmada de nutrientes naturales con los que la huerta se abonaba.
Más tarde, cuando la planta se iba desarrollando me gustaba registrar sus tallos para ver cómo los pequeños tomates iban creciendo; por este motivo mi ropa quedaba manchada por el verdín amarillento de los olorosos y brillosos pelos glandulares de las matas por lo que el castigo después estaba asegurado pues estas manchas eran difíciles de quitar. 
Pasado el tiempo, antes de la feria, comenzaban las matas a dar frutos. Eran tomates con sabor a tomate, nada en comparación con los de ahora que no saben a nada; estos últimos, los que vemos en el los mercados son muy vistosos pero huérfanos de sabor y hasta de olor como consecuencia sin lugar a dudas del marchamo del laboratorio por el que fueron creados, y no como aquellos que yo recuerdo de nuestras huertas un poco arrugados por la parte del cabillo por donde se nutrían. Muchos eran de color casi rosado y de un sabor muy dulce y agradable además de ser todo pulpa y no  huecos ni llenos de agua como algunos de los de ahora.  Tomates que hacían las delicias de nuestro panaseite una vez restregados en el pan, y de nuestras ricas ensaladillas a nuestra manera torrecampeña.
Recuerdo también aquellos pepinos con la piel un poco amarillenta que al pelarlos la casa se inundaba con ese su olor tan característico. Aquellos a los que me refiero no llegaban a repetirse por mucho que comiéramos. En los gazpachos eran un ingrediente primordial muy diferentes su sabor de estos que nos venden de invernadero de piel verde-oscura.
Pero dejo la huerta con sus plantas de pimientos, berenjenas, calabazas y otras hortalizas regadas con el agua de la alberca, para dedicarle también un recuerdo a una planta de secano que se cosechaba mucho en nuestro pueblo y que para muchos agricultores llegado el verano después de la recolección de los cereales les servía su cultivo de distracción. Me voy a referir al melón.
Se solía sembrar cuando las temperaturas de la primavera lo aconsejaban, pero para últimos de abril ya debían de tener sus matas algunas hojas. Las semillas para la siembra solían emplearse las que se guardaban como simiente para futuras plantaciones cuando algún melón de los que se degustaba en la casa daba más que el aprobado. Por lo general se escogían siempre los de una de una variedad que ya desapareció en nuestro pueblo muy parecida a los de piel de sapo de hoy pero aquellos eran más redondos y de cáscara más gruesa. Les llamábamos de pepitapero y también romanicos. Eran melones de cámara y que llegado la Semana Santa algunos aún se conservaban.            
Días antes de la siembra la semilla se dejaba reposar en agua y así se dejaba caer en un hoyo no muy profundo que equivalía a una cavada echa con el azadón allanándose la tierra con las manos para que al brotar no encontrase la planta obstáculo alguno.
En las lindes se solía sembrar maíz rosetero de palomitas, o también otro que sus penachos servían para escobas.  También en las zonas más húmedas del terreno se solían plantar algunas plantas de girasol.   
El primer trabajo era la recaba del terreno cuando el perímetro de las matas era el de un sombrero de paja arropándolas con tierra esponjosa en la cruz de donde emergían sus tallos, los llamados látigos, que se arrastraban por el suelo mientras que sus flores amarillas fecundaban el fruto diminuto a los que de principio llamábamos bellotas. Las hojas formaban un entramado muy tupido lo que hacía que el fruto estuviese preservado por los inclementes rayos de sol. El olor de estas hojas era muy peculiar, y quedó grabado en mi pituitaria para siempre.
El fabricar la choza para guardarlos de los intrusos para cualquier niño de mi edad en aquellos tiempos era una ilusión que llegaba a consolidarse el día que se fraguaba esta a base de palos y de carrizos. El dormir bajo la bóveda celeste en aquellos veranos calurosos mientras mi padre me contaba muchas veces las penurias pasadas por él en la guerra al tiempo que las estrellas fugaces arañaban con sus estelas el firmamento no tardaba en llevarme hasta los brazos de Morfeo. Ahora, pensando en aquellos momentos, en noches de insomnio fruto de mi edad veo aquél cielo estrellado y me traslado hasta allí por lo que pensando en tan gratos recuerdos no tardo en conciliar el sueño.
Para septiembre, más concretamente para la feria de Jamilena, los melones ya habían alcanzado el grado suficiente de azúcares para ser cortados, y así se hacía por lo que después viaje tras viaje eran transportados dentro del serón con la mula de carga hasta las cámaras de las casas .
Los años que recolectábamos matalahuga solíamos enterrar algunos melones en las trojes donde se depositaba este grano, consiguiendo con ello que el melón adquiriera el sabor de esta planta que servía para obtener el anís.
Tiempos aquellos de tan añorados sabores y olores ya desaparecidos. ¿Volverán alguna vez? Lo dudo.

   

viernes, 15 de mayo de 2015

MEDALLA DE ORO DE LA VILLA DE TORREDELCAMPO


       Cuando yo era pequeño soñaba que me dieran aquél premio. Era una pelota de goma que don Federico, el cura párroco custodiaba en un armario de rejillas en la sacristía. Yo quería que esa pelota fuese para mí, y para ello puse mucho tesón aprendiéndome de memoria la historia sagrada y coleccionando vales con puntos que nos regalaban por asistir a la catequesis además de contestar a las preguntas que el prior nos hacía. Nunca pude jugar con aquella pelota porque otro tal vez con más méritos que yo resultó ser el ganador de aquél premio.
Desde aquella vez y durante toda mi vida no he luchado por premio alguno más que el de conseguir sacar a mi familia adelante con mi trabajo; meritorio trofeo el cual conseguí y del que no me canso de alardear y presumir. 
Os quiero informar de que el Ayuntamiento de Torredelcampo, mi pueblo, me ha nombrado para hacerme entrega de la Medalla de Oro de la Villa en su edición 2015, por lo que me siento muy orgulloso y honrado.
No quiero caer en el tópico tan utilizable en estos casos argumentando que no soy merecedor del mismo porque en cierto modo estaría desacreditando a la institución que me lo otorga y a las personas que la representan a las que por adelantado le muestro mi más sincero agradecimiento;  las que forman parte de la Corporación Municipal con su Presidenta a la cabeza y a todas las de los diversos grupos políticos que por unanimidad  consideraron que era merecedor de esta honrosa distinción.            
Gracias también a todos los torrecampeños y torrecampeñas, amigos y amigas que me apoyáis, pues sé que a vosotros os debo mi reconocimiento por el cariño que me mostrasteis en mi pregón romero, y quisiera desde aquí demostraros mi gratitud de forma diferente a la demostrada por aquél niño del principio que no quiso compartir aquella pelota conmigo. Yo si quiero repartir a trocitos este honroso premio que se me va a otorgar con todas las buenas gentes de mi pueblo, con todos esos buenos torrecampeños que como yo y como tú se sienten orgullosos de serlo.
Desde la sincera humildad que me caracteriza, os mando a todos mi reconocimiento y gratitud.      
Un abrazo desde la distancia.



   

martes, 12 de mayo de 2015

AUDIO DE MI PREGÓN


En este enlace podéis escuchar el pregón de romería que pronuncié el pasado 25 de abril en el Teatro del Centro Cultural de la Villa de nuestro pueblo, en honor de nuestra Patrona Santa Ana y Virgen Niña.

Espero que sea de vuestro agrado. 

AUDIO DEL PREGÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE:
http://www.ivoox.com/pregon-romeria-2015-audios-mp3_rf_4407…

domingo, 19 de abril de 2015

¿QUIERES VENIR CONMIGO DE ROMERÍA?



El día 25 de abril a las nueve de la noche en el Teatro del Centro Cultural de la Villa de Torredelcampo, este humilde torrecampeño, pregonará el XVIII Pregón de Romería en Honor de Ntra. Sra. Santa Ana y Virgen Niña.
Ven y acompáñame, porque sin ser ese día romería, es mi intención trasladarte con mi relato hasta el cerro; que cierres los ojos durante mi intervención y te dejes llevar por mi disertación porque subirás el camino conmigo donde te mostraré el monte en el mes de mayo. Mis palabras irán empapadas con todos los aromas con los que la sierra nos suele regalar en romería; nutrirte y embriagarte con las fragancias que emana el monte en la estación de las flores, todo ello, mezclado con el fervor de un pueblo a su Patrona.
Quiero, que si no me conoces le pongas rostro a mi imagen, y a ti que ya somos amigos o conocidos, que me arropes con tu presencia, sobre todo si en algún momento de mi alocución la emoción me traiciona.
Te espero.
Un abrazo para todos.

Foto retrospectiva sesenta años atrás recitando la Nana Fúnebre de José Selgas, en el Cine Risán.

La otra, nueve años después en una romería con mis amigos. Algunos ya desaparecidos.


sábado, 7 de marzo de 2015

MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE AYER Y DE HOY.


Muchos jóvenes de nuestro pueblo se preguntarán cómo nos informábamos en aquellos años de posguerra de los acontecimientos o sucesos acaecidos tanto locales, comarcales, nacionales o de fuera de nuestras fronteras sin tantas tecnologías como ahora existen.
En nuestro pueblo, como ya escribí en unas de mis primeras entradas en este blog, el pregonero era el que nos informaba en las esquinas de las calles a golpe de trompetilla empezando su discurso con el consabido: <<se hace saber>> y nos ponía al corriente entre otras cosas por poner un ejemplo del día que se empezaba a pagar la contribución, o de que la paga de los chiquillos se podía cobrar en el sindicato que estaba por aquél entonces en el Camino de la Estación. La mujer que anunciaba de casa en casa el día y la hora de la misa o víasacra de algún difunto, de alguna manera era también portadora de información que mucha gente de nuestro pueblo esperaba.
Dado que la prensa en este caso el periódico Jaén, ABC o Ya eran muy pocos por aquél entonces los que podían adquirirlos porque su penuria económica se lo impedía, o también porque desgraciadamente su nivel cultural no lo demandaba, así pues, la única fuente de información más económica era la radio en aquellos hogares privilegiados donde disponían de este aparato, que aprovecho para decir que a quienes los poseían les hacía elevar su estatus social.   
Todas las emisoras por aquella época, las llamadas EAJ como Radio Nacional emitían las mismas noticias, las que imponía y exigía el dueño de las mismas que era el que mandaba. No había otras. Bueno, sí las había, pero se silenciaban, y por eso muchos tenían que acudir a escondidas a nutrirse de otras informaciones intentando a deshoras encontrar la Pirenaíca, emisora clandestina que emitía fuera de nuestras fronteras consignas contrarias al régimen establecido. Cuando esto sucedía, el radio en el silencio de la noche producía un “roseteo” como de fritura en sartén mezclado con chirridos agudos y estridentes que podían poner en compromiso a quienes se atrevían por el temor a ser descubiertos.   
Ahora tenemos muchas más fuentes de información, pero todas, absolutamente todas, siguen de nuevo teniendo dueño. Estos medios siguiendo órdenes de sus amos te dicen: que la tasa de paro ha crecido de forma alarmante, que se auguran tiempos muy difíciles, que la Justicia actúa en muchos casos acorde con la coyuntura política del gobierno, que han imputado a un corrupto del otro bando, y no se cuantas cosas más.
En cambio otros informadores aparentemente para mi  mamporreros de la noticia igual que los otros ya referidos, desdicen lo dicho apostillando que las cosas van muy bien, que la tasa de paro es la más baja de los cuatro últimos años, que si han subido o bajado algunos productos han sido por el precio de los carburantes, que han imputado a no se cuantos de los otros, que la culpa la tienen los de siempre y que no hay que hacer caso de aquellas noticias alarmantes y catastrofistas que son divulgadas por esos medios los cuales utilizan para ello toda su trompetería.
Pero ¿dónde está la verdad? Yo, que no tengo idea de periodismo entiendo que la verdad para mi está en la calle, cuando tomándote un café oyes a los de al lado comentar que esto o aquello no va bien, y sobre todo nutriéndote y alimentándote con los comentarios de aquellos que todavía pueden ver las cosas desde el cristal transparente de la moderación, aquellos que no están contaminados por el vaho agradecido de una subvención o el “apesebramiento” de por vida de un puesto de trabajo, ni han recibido nunca otras dádivas o prebendas.
Otras veces, vemos como las informaciones dependiendo del medio, se magnifican. Así los informativos en muchas de las cadenas de televisión abren con la noticia que les interesa como cabecera. Igualmente la prensa del mismo signo en sus portadas a varias columnas la ensalzan con grandes titulares rayando el sensacionalismo a modo del británico The Sun, o el extinto diario Pueblo de aquellos tiempos -este último que muchos supongo no han llegado a conocer-. La prensa contraria en estos casos no falta a la verdad, pero insertan la noticia en una página par y si es posible cerca de los obituarios.
Luego, la manipulación de las palabras. Utilizando una anécdota que ya es un tópico dentro del periodismo, la del Arzobispo de Canterbury en su visita a Nueva York que a su llegada le preguntaron ¿Qué piensa vuestra Eminencia de los prostíbulos del Este de Manhattan? El clérigo contestó con otra pregunta ¿Hay prostíbulos en el Este de Manhattan? Al día siguiente la noticia que aparecía en la prensa era: El Arzobispo de Canterbury a su llegada a Nueva York pregunta ¿Hay prostíbulos en el Este de Manhattan? 
Pravda, en ruso significa verdad, así se titulaba el primer rotativo de la extinta URSS, y la verdad como asimismo la belleza y el dinero, ambas cosas, son muy difíciles de ocultar porque al final siempre afloran, y a este medio también le llegó el día de la verdad, porque como alguien dijo: Decir la verdad lo puede hacer cualquier idiota, para mentir hay que tener imaginación.
En fin, aquél sereno de nuestro pueblo que anunciaba en las madrugadas la hora y el estado del tiempo en las esquinas de las calles, éste, sí que siempre decía la verdad. Claro, que aquellos eran otros tiempos.


miércoles, 7 de enero de 2015

EL "ARREMATE" NAVIDEÑO

Se acabó la Navidad otro año más, la fiesta de Año Nuevo y también la de Reyes. Es hora de recoger el árbol, las luces, las bolas y todos los adornos navideños y llevarlos al trastero hasta el año siguiente. Hoy cuando esto escribo es el día en el que han despertado los niños con la ilusión de encontrar los juguetes a pié de cama o en el salón. Ilusión que sólo les durará unas horas, después abandonaran ese juguete de plástico para distraerse con el que desde primera hora todos los días vienen jugando, utilizando para ello los pulgares de sus manos; me refiero a los de tecnología punta como la tableta y el smartphone.  
Atrás quedó también otro año más el sorteo de Navidad y el del Niño, donde la ilusión de los mayores quedó truncada otra vez, para volver la siguiente Navidad a jugar de nuevo, a pesar de que ahora se prometa que este año ha sido el último.
Ahora, se volverá a la rutina diaria. Se acabaron los días de vacaciones para aquellos pocos afortunados que en Navidad descansaron, y volverá el centro de Madrid a recobrar la tranquilidad que no la calma, pues aunque apretados ahora en los días navideños se podía al fin y al cabo andar por sus calles viendo las sonrisas dibujadas en los rostros de los pequeños sorprendidos por tantas luces y tanto colorido. Pronto estarán aquí los del “manisfestródomo” los de atajar la calle que no pase nadie que cantábamos los chiquillos de nuestro pueblo, y te tendrás que dar la vuelta para no verte envuelto de seguro en la revuelta. Veo a Madrid desde lejos cubierto con una boina negra de polución. No quiere llover y las heladas se suceden unas con otras haciendo bueno aquello que decía aquél de mis tiempos los días de frío como ahora: ¡Que se fastidien los ricos, que ahora todos tenemos frigorífico!  
Es la hora de apurar los restos de estos días de excesos. Siempre queda alguna botella con tres dedos de vino; la que descorchaste y ya no te acuerdas en qué comida la abriste. Han sido tantas. Estoy por asegurar que en todas las neveras queda aún algún que otro langostino, que aunque hayan perdido la vistosidad y el colorido del día que se compraron, habrá que dar buena cuenta de ellos. La niña mayor dirá que no quiere pues están un poco secos y hasta su olor no es bueno. La madre en cambio le reprimirá y los reservará para el abuelo; el que nunca se queja y siempre anda diciendo que en sus tiempos no los podía comer. Hace días apuró un resto de almejas, -lo que otros llaman chirlas- que llevaban chuchurridas varios días en un rincón del frigorífico y recordó mientras las chupaba más que las comía lo que siempre le repetía a la abuela: <<No me pongas almejas, pues me engañas a mi y también al perro>>
Son estos días después de Navidad los del arremate pero ya sin pandereta ni villacincos. Pero siempre quedará algo en las casas que no podremos nunca apurar y que durará una larga temporada, me estoy refiriendo a los mantecados y polvorones. Estos, ni el abuelo quiere meterles mano pues aunque dice que están muy ricos, pero como los que la abuela hacía en el horno de la calle ni punto de comparación. El, siempre están diciendo que los mantecados aquellos y las galletas rizadas que solía comer en navidad cuando era joven sabían a Nochebuena y a botella de anís rizada, aquella que se frotaba para hacer ruido con el rabo de una cuchara y con la que se pedía el aguinaldo con el cantar tan nuestro que decía: Si no me das el aguinaldo, al niño le voy a pedir...  
Los coros de nuestro pueblo entre ellos el de la Asociación Cultural Celedonio Cozar, y también el Duo Arpes, se vienen encargando de recordarnos año tras año letras y tonos de las navidades de aquella época. Mi más sincera enhorabuena a todos ellos por conservar esos viejos y añejos villancicos, algunos con entonaciones tan dulces que parecen canciones de cuna.         
Salgo a dar un paseo y observo como en los contenedores se amontonan las cajas que albergaban los juguetes con los que los niños se han despertado. Verdaderas montañas de cartón están esperando la llegada de los basureros. Si cuando fui pequeño hubiese encontrado una de las muchas cajas de cartón que veo amontonadas, de seguro le hubiese echo un agujero y atado una cuerda y me hubiese imaginado que era un coche o un camión. La imaginación estaba hermanada en mi época con la ilusión. Cómo nos llenaba de ilusión aquella cestica de caramelos que recibíamos como regalo de reyes, o los calcetines, o la bufanda a la que se la conocía por tapabocas; y no me cansaré de decirlo, no se podía ser más felices con tan poco. Los niños de ahora cuando tenga mi edad no sé qué dirán. A saber.